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R E L IG IO S O S DE C A S T IL L A E N LA L U IS IA N A ESPA Ñ O LA 257 mente allí la que tenía el de los Jesuítas. Ta l proceder motivó no poca tensión entre los individuos de las dos citadas Ordenes, que sólo ter­ minó con la supresión de los Jesuítas. Desde entonces quedó como único vicario general el superior de los Capuchinos P. Dagoberto (14), quien continuó en calidad de tal a la llegada de Ulloa en 1766, y asi­ mismo al arribo de los Capuchinos españoles el 19 de julio de 1772. No obstante que, por cédula del 17 de agosto de este último año, la jurisdicción del obispo de Quebec pasaba al de Santiago de Cuba, único obispo existente entonces en Cuba, que la aceptó de buen gra­ do (15), sin embargo, aún siguió el P. Dagoberto de superior y vicario general porque así lo ratificó el obispo de Cuba a propuesta del gober­ nador Unzaga y Amézaga y a la vez del P. Cirilo de Barcelona, que, al parecer, tenía ambos nombramientos a su llegada a Nueva Orleáns en julio de 1772 (16). A l fallecimiento del P. Dagoberto el 31 de mayo de 1776 (17), el P. Cirilo le sucedió en calidad de superior de los Capuchinos, también como vicario general y asimismo de párroco de Nueva Orleáns. En 1781 el rey proponía al obispo de La Habana pidiese por auxiliar suyo para la Luisiana y la Florida al mencionado P. Cirilo (18), que fue consagrado el 6 de marzo de 1785. En los otros cargos de superior, párroco y vicario general le sucedió el P. Antonio de Sedella, desde junio de 1785 hasta fines de 1789, en que fue desti­ tuido por dicho obispo auxiliar, quien puso en su lugar al P. Francisco de Caldes. E l 9 de diciembre de 1790 entraba en la capital de la Lu i­ siana el P. Joaquín de Portillo, designado por el gobernador, obispo de La Habana y prefecto del Colegio de misioneros de esta ciudad para desempeñar los cargos de superior, vicario general y párroco de Nueva Orleáns (19). (14) Cfr. V o ge l, 200 s.; C a s tillo , o. c ., 59-63. (15) C fr. C a s til l o , o . c ., 10-11, donde transcribe la cédula del rey al obispo de Santiago de Cuba, por la que le encomienda el cuidado espiritual de la Lu i­ siana y la aceptación por parte del obispo don Santiago José de Echevarría y E l- guera; la primera, según él, lleva la fecha de 17 de agosto de 1762, siendo aceptada el 30 de octubre del mismo año. Pero creemos se trata de una equivocación de años, siendo la verdadera fecha 1772 y no 1762, puesto que ni por agosto ni en octubre de 1762 había sido cedida la Luisiana a España. (16) Carta del P. Cirilo de Barcelona, capuchino catalán, Nueva Orleáns, 5 agosto 1772, e informe del mismo, 6 agosto, dirigidos ambos al obispo de Cuba (B N , ms. 17616, ff. 329-330). Prueba de que aún no se había cambiado de jurisdicción eclesiástica en la Luisiana es la carta del gobernador don Luis de Unzaga y Amézaga al obispo de Cuba, Nueva Orleáns, 11 julio 1772 (B N , ms. 17616, ff 342s.). (17) C a s t il l o , o . c ., 12, fecha que consignan unánimemente los historiadores. (18) Ibíd., 47-49, y Archivo Arzobispal de La Habana, Libro de Reales Cé­ dulas, X X I , 76. (19) Hay que advertir que al ser consagrado obispo auxiliar de Cuba con resi­ dencia en la Luisiana el P. Cirilo de Barcelona, el Prefecto de La Habana, de acuerdo sin duda con el obispo de Cuba y del gobernador, envió al P. Joaquín de Ajofrín por superior de los religiosos y con miras a que fuese nombrado también párroco de Nueva Orleáns y hasta vicario general, pero el obispo auxiliar le 17

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