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8 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA que hablasen de los reyes y sus gobiernos ( 28 ). Idénticas recomenda­ ciones y mandatos dan y ponen en abril de 1706 al recibir una segunda carta del P. General, en la que vuelve sobre lo mismo, ordenando «con precepto de obediencia de nuestro P. Provincial y pena de cárcel y otras a su arbitrio contra los que tumultuariamente escriban o indecorosamente hablen de los secretos consejos de los príncipes, y mucho menos que de palabra o por escrito no bastantemente reverente, se atrevan o procuren ofender tan sagradas majestades» ( 29 ). Y en agosto del citado año se remitió a los conventos otro decreto de la Definición «para que los religiosos se abstengan de escribir y hablar novedades, empleando el tiempo que habían de gastar en eso, en pedir a la divina Majestad la paz y concordia entre los príncipes cristianos, los buenos sucesos de la monarquía y la salud de nuestro rey y señor Felipe V, dejando en su fuerza y vigor los preceptos de santa obediencia antes impuestos y aña­ diendo que se lean todos los primeros domingos de mes» ( 30 ). No obstante eso, las cosas debieron seguir casi lo mismo. Tanto que en el Capítulo provincial del 17 de mayo de 1707 , entre las ordenaciones dadas, se pusieron penas gravísimas y cárcel formal contra los que habla­ sen o escribiesen contra sus Majestades, «lo que se especificó en seis capítulos, que fueron aprobados por el señor Presidente de Castilla» ( 31 ). De todos modos una prueba de que los superiores de Castilla no partici­ paban del modo de pensar y actuar de algunos religiosos es que, a petición de Felipe V, escribieron carta a todos los conventos a mediados de 1707 para que diesen gracias a Dios por la victoria de Almansa, que se ofre­ ciesen sufragios por los soldados del rey muertos en aquella batalla y que en octubre de 1708 se ordenasen de nuevo sufragios por las almas de los que habían muerto en defensa de los justos derechos de Felipe V ( 32 ). Cuando el archiduque Carlos llegó a ocupar por segunda vez la capital de España, despechado por el mal recibimiento que había tenido, no quiso vivir en Madrid; estableció su cuartel general en las afueras: en Cani- llejas, en Villaverde, Ciempozuelos o El Pardo ( 33 ). Aquí tuvo por residencia el palacete de la Quinta en 1710 , y, sin duda por deferencia, fueron el P. Provincial y varios otros Padres graduados a presentarle sus respetos y hasta a ofrecerle algún regalo. Por tal hecho, al adueñarse otra vez de la capital Felipe V, salieron desterrados justamente tales Padres graduados ( 34 ). Todo eso, y sin duda algunas cosas más, como luego diremos, moti­ varon la intervención del presidente del Consejo de Castilla, señor Ronquillo, de modo especial en la elección de los nuevos superiores, lo (28) lbíd., 84. (29) lbíd. (30) lbíd., 85. (31) lbíd., 88. (32) lbíd., 89-90, 94. (33) M . L afuente , 110. (34) Virídario, 102.

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