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2 5 0 LA P R O V IN C IA DE F F . MM . C A PU C H IN O S DE C A ST IL L A sino también otros residentes en los conventos de Madrid, E l Pardo, Toiedo, Salamanca y Valladolid. Los más llamados eran cuantos ya citamos en años anteriores, sobre todo los PP. Pablo de Muriel, Benito de Cárdenas, Fidel de Segovia y Mariano de Móstoles; pero hay otros varios que merecen también especial mención, como los PP. ]uan de Hinojosos, Jacinto de V itoria, Francisco de Zamora, Mariano de Ma­ drid, Cipriano de Alcalá, Félix de Peñafiel, Francisco de Zamora, Ma­ riano de Madrid, Cipriano de Alcalá, Félix de Peñafiel, Francisco de Polán, llamado «predicador de corte», Lucas de Saldaña, que en 1780 tenía título de Misionero apostólico, etc. Por otra parte, los misioneros no sólo dedicaban su atención a la conversión de las almas; también se preocupaban del bienestar de los pueblos y de sus necesidades materiales, tratando de aliviar con fre­ cuencia situaciones angustiosas. Las páginas de las Cartas familiares del P. Miguel de Santander nos hablan elocuentemente de lo que él y otros misioneros hacían en ese sentido con cartas y recomendaciones a minis­ tros o personas pudientes 4. Con lo indicado anteriormente se dará cuenta el lector del intenso apostolado ejercido estos años, 1777 a 1793, por los Capuchinos castellanos. Tampoco habrá pasado inadvertido cuanto realizaron los superiores de la provincia para lograr competente formación y digna preparación de los futuros apóstoles y misioneros. Y a anteriormente, en uno de los capítulos dedicado a hacer resaltar ese mismo apostolado en otros años, se puso de relieve las medidas tomadas para conseguir la reforma de la oratoria sagrada. Ese mismo esfuerzo se fue conti­ nuando en estos años que historiamos. Recordemos que el P. Marcos de Reinosa, al intentar establecer el nuevo Colegio de misioneros, se proponía que allí «se instruyesen los religiosos jóvenes para el verdadero método de proponer la palabra divina». Igualmente insistía en la misma finalidad, añadiendo con cierta exageración que el ministerio de la predicación de misiones «hasta aquí se ha ejercitado sin la correspondiente educación, y de consiguiente con mil imperfecciones y extravagancias por la mayor parte». Asimismo reitera varias veces que se destierre del pulpito todo aquello que desde­ cía de su gravedad, que había sido inventado para hacer ruido y «con­ cillarse con el vulgo la reputación de predicadores, que no suelen merecer los que las usan». Y , para conseguir uniformidad en la com­ posición y en el fondo de los sermones, propone se formase una colección de doctrinas selectas y bien trabajadas y de un lenguaje puro y correcto y de una moral sana y juiciosa, que pudieran servir de modelo (19). Con ese mismo objetivo, que los predicadores y misioneros tuviesen a la vista sermones y doctrinas adecuadas y que pudieran servirles de (19) Ordenaciones y estatutos para el Colegio de Misioneros que se ha de formar en esta provincia de Capuchinos de la Encarnación de las dos Castillas, Madrid 1785, prólogo y arts. X V , X X X I V , X X V I I .

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