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Además, ante los hechos es preciso reconocer que la predicación de estos misioneros tenían en todas partes gran aceptación. Por eso mismo, siendo buscados y requeridos por ciudades y pueblos y por varios obispos casi de continuo, les fue forzoso multiplicar el trabajo y las salidas. En las ordenaciones dadas por el P. Colindres para dicho Seminario de Toro se establecía que en cada año sólo pudieran salu­ dos tandas de misioneros. Como eran tantas las peticiones de compro­ misos que se recibían y que en manera alguna podían llenarse atenién­ dose a lo prescrito, se acordó por los religiosos de aquella comunidad presentar en 1780 un memorial para que, entre otras cosas, se cambiase lo que sobre eso se disponía. Pedían además autorización para que, durante la cuaresma, se pudiesen predicar misiones. Y entre las razones alegadas, una era que al principio sólo se componía aquella comunidad de 12 Padres, mientras que ahora eran ya 18, y con tan buen número se podía atender a predicar misiones fuera, llevar asimismo la obser­ vancia regular con la mayor exactitud y juntamente, en la cuaresma, atender a los que viniesen a confesarse (17). Y , efectivamente, debían ser muy numerosos los compromisos cuan­ do así escribía el P. Santander a un religioso de América en 1875: Que a él le tenían pedidas misiones cinco obispos: los de León, Ovie­ do, Santander, Mondoñedo y Málaga, y añade que si él, con ser el más ruin y despreciable de la casa, tenía tantas demandas, «¿qué les suce­ derá a los PP. Mota, Alba, Tarancón y otros preciosos operarios del buen padre de familias? Baste decir que el P. Alba ha tenido que volverse enfermo a casa por las grandes fatigas de su misión al obis­ pado de Astorga; Tarancón llegó conmigo ayer de los ejercicios de Zamora, y Mota saldrá en mi compañía prontamente para E l Ferrol y otras partes» (18). Se refiere el P. Santander a esos tres misioneros del convento de Toro: PP . José de la Mota, Basilio de Alba y Carlos de Tarancón, que llevaban a llí más años que él. Este último, P. Tarancón, fue, sin duda, uno de los mejores misioneros de aquel Seminario y de los más traba­ jadores. Y con ellos compartieron las fatigas y sufrimientos del penoso misionar en aquellos tiempos los PP. Agustín de Nieva, Pedro de Lozoya, José de Peñaranda y José de Portillo, por no citar sino algunos. De todos modos insistimos que no fueron solamente los de Toro los que en esos años tenían fama de buenos predicadores y misioneros. PR O D U C C IÓ N L IT E R A R IA Y PR ED IC A C IÓ N L O S AÑOS 1777 A 1793 249 (17) Este memorial, To ro , 16 julio 1780, fue remitido al ministro de Gracia y Justicia, don Manuel de Roda, quien lo envió a su vez (5 agosto) al Nuncio, exponiendo a éste que como las ordenaciones de aquel Seminario habían sido aprobadas por Breve ontificio, no podían ser alteradas sino por medio de otro documento del Papa; los religiosos acudían al rey para que interpusiese su vali­ miento y se obtuviese lo solicitado. A l principio del memorial se hace constar el mucho fruto que se hacía con la predicación de misiones (A rchivo Vaticano, Nun- ziatura di Madrid, v. 226). (18) Santander, Cartas familiares, 19-20, carta a un religioso de Amé­ rica (18 marzo 1785).

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