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248 LA P R O V IN C IA DE F F . MM . C A PU C H IN O S D E C A ST IL L A dos últimos obtendrían más tarde el título de predicador del rey. Por cierto que en estos años sólo lo disfrutaban, que sepamos, el P. José de Caudete, a quien se le concedió ya en 1776, y el P. José de Viguera, que ya lo tenía también en enero de 1793. De los ahora citados, sólo los PP . Villaodrid y Pamplona nos han dejado algunos sermones impre­ sos, como diremos en su lugar. Finalmente está el P. Juan de V illarejo, que por 1784 se distinguía como excelente predicador en la corte y tenía además el título de Misionero apostólico. 3. No hay duda que, a partir de 1760, tuvieron especiales aten­ ciones en la provincia los misioneros, cuya preparación constituyó para los superiores constante preocupación. De ahí que para ellos se estable­ ciera el Seminario de Toro, una de cuyas finalidades primordiales era la predicación de misiones y la preparación adecuada de los que a eso debían dedicarse de lleno. Para los misioneros igualmente, y de modo especial para la prepa­ ración de los que explícitamente tendrían que dedicar sus actividades a ese mismo ejercicio, proyectaron los superiores de Castilla, en 1785, otro Colegio de misioneros en el convento de Esquivias, según hemos expuesto con toda clase de pormenores en uno de los antecedentes capítulos. Y con esa misma finalidad se estableció por estos años, 1784 y si­ guientes, otro Colegio de misioneros en la ciudad de La Habana, que, al propio tiempo que fue centro de actividad apostólica y misional para toda Cuba e incluso la Luisiana, según queda expuesto en otro capítulo, sirvió, como el de Toro, para llevar en él vida de estricta observancia regular y juntamente convento de estudio y preparación para los pro­ pios misioneros y para cuantos sucesivamente fueron agregados a aque­ lla comunidad. Por otra parte que la predicación de misiones era algo que atraía la atención de los Padres, a quienes entusiasmaba este apostolado tan propio de la Orden, lo indica bien a las claras el número crecido de estos predicadores. Así tenemos que por estos años, y a pesar de que, como ya dijimos, se notaba sensiblemente la escasez de vocaciones, y en los conventos pequeños era muy reducido el número de religiosos, en Toro no bajaban de 20 los Padres que allí vivían enteramente consa­ grados a tal ministerio. Y , aparte de otros que en los distintos conventos de la provincia se dedicaban a su vez a la predicación de misiones, hemos de recordar que en 1784 la provincia envió a Cuba no menos de 21 Padres, todos misioneros de renombre; no pocos de ellos habían estado ya en el Seminario de Toro y, por tanto, no podía dudarse de sus excelentes dotes oratorias, por cuanto, según afirmaba el que fue Guardián de aquel convento en 1774, P. Inocencio de Matute, allí no se admitía a ninguno sino después de la debida información de su cono­ cida religiosidad y aptitud para la predicación de misiones (16). (16) Carta del P. Matute al obispo de León, To ro , 13 diciembre 1774 (A P C , 28/133).

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