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LA PROVINCIA BAJO EL GOBIERNO DEL P. MARCOS DE REINOSA 231 residentes en el Colegio. Naturalmente, podía haber excepciones en casos especiales (arts. X X I y X L I I I ) . Repetidas veces se dice en los expresados estatutos que este Colegio debía ser considerado «como plantel de operarios evangélicos, que han de servir al bien de otros conventos, a la Iglesia y a la Orden». Por tanto, no sólo se pretendía la buena formación y se buscaba la ade­ cuada educación de los Padres jóvenes en orden a la predicación, sino también uniformarla, siguiendo el método más sencillo y sólido a la vez de explicar las doctrinas y predicar los sermones de misión (ar­ tículo X X X IV ) . Con ese mismo objetivo de lograr uniformidad en todo: en el modo y forma de los sermones, en la pronunciación y decla­ ración, se mandaba corregir una y otra vez los sermones de los jóvenes. Y por eso se advertía era conveniente formar un cuerpo o colección de doctrinas selectas y bien trabajadas, de lenguaje puro y correcto, de moral sana y juiciosa, sin inclinarse al laxismo ni al rigorismo. Otro tanto debía hacerse con los sermones: una colección de sermones de misión, efectuada con cuidado y esmero, «evitando los vicios que han sido y son todavía frecuentes» (art. X X V II) . De esta manera no sólo se conseguiría esa ansiada uniformidad en la predicación, sino también que dignamente se ejercitase este minis­ terio que «hasta aquí — se dice con alguna exageración— se ha ejer­ cido sin la correspondiente educación y por consiguiente con mil imper­ fecciones y extravagancias por la mayor parte» de los predicadores (artículo X V ). Es decir, que también con este Colegio se pretendía llevar a cabo la reforma del pulpito o de la predicación, sobre todo de misiones, a lo que justamente iba también ordenada la formación de la colección o cuerpo de doctrinas y sermones, de que más arriba se habló. Se intentaba igualmente terminar con los excesos y extravagan­ cias que se cometían en las misiones; aquéllas debían ser desterradas como extrañas y ajenas a la gravedad del pulpito e inventadas para hacer ruido, y muchas de ellas habían sido reprobadas y prohibidas por los obispos, prelados regulares y por los mismos misioneros. «Toda la atención — se agrega— se debe aplicar a convencer el entendimiento y mover el ánimo, excitándole al arrepentimiento. Todo lo que no es esto, cualesquiera otras demostraciones y aspavientos, son cosas iluso­ rias y pasajeras, que no arguyen ni dejan impresión en el ánimo» (artículo X X X IV ) . Y aún se vuelve sobre lo mismo: «Los mismos inconvenientes, aunque por diferente camino, han solido resultar en las iglesias de aterrar las gentes con demostraciones y visajes extraordina­ rios y ridículos. Cuanto huela o se acerque a esto de muy lejos se repren­ derá seriamente en el Colegio, teniéndolo a deshonor y afrenta del mismo» (art. X X X V II) . Finalmente, para que los estudios se realizasen con más provecho y la formación fuese más completa, se permitía relativa libertad en la adquisición de libros y en el uso particular de los mismos, pero sin tener derecho a ellos ni propiedad alguna. «Cualquiera de los misone- ros antiguos o modernos — se decía— tendrá la facultad de recibir,

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