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226 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA para la predicación. En ellos se aprecia verdadera efervescencia y emu­ lación en el digno desempeño de ese apostolado, e incluso esfuerzo e interés por la reforma del pulpito y por la buena formación de los predicadores. Aparte de otros hechos y de las producciones literarias que entonces se dieron a la publicidad y que lo demuestran, según diremos, tenemos el proyecto de establecer en la provincia otro Colegio de Misioneros. 3. Por desgracia son muy escasas las noticias que tenemos sobre el origen del mismo y el por qué exacto de su planteamiento y funda­ ción. Es justamente el P. Juan de Zamora, el efectivo fundador del Seminario de Misioneros de Toro, quien da la razón de la existencia de este nuevo. Refiriéndose a los proyectos habidos antes de establecer el de Toro y al que en aquellos momentos (1786) planeaban los supe­ riores, dice: «Para establecer el Seminario de Misiones, que todos de­ seaban, habían presentado ellos, como he dicho ya, y el Rmo. (P. Colin- dres) había invertido totalmente, produciendo, según yo le había sugerido, leyes tan distantes de las que quisieran y aprendían conve­ nientemente para el ejercicio apostólico de las misiones; distinción que ya hoy puede evidentemente conocerse, cotejando el espíritu, las leyes y modos con que el Rmo. y el gobierno actual (de la provin­ cia, 1786) proceden a este mismo fin: el Rmo. en las que hizo para Toro, y los Padres en las que tienen hechas para Esquivias, llevando a efecto los deseos del gobierno antiguo, que no tuvieron cabida con el Rmo. Colindres» (9). E l P. Zamora alude sin duda alguna al nuevo Colegio de Misioneros que proyectaban por entonces los superiores de Castilla y que intentaban poner en el convento de Esquivias. Aparte de eso, el mismo P. Reinosa recoge el ambiente propicio para tal proyecto, que existía en la provincia, y señala en alguna ma­ nera lo que se pretendía con él: «Los religiosos más observantes y celosos de ella — escribe— habían suspirado en todos tiempos por el establecimiento de un Colegio de misioneros, en el que se instruyesen los religiosos jóvenes en el verdadero método de proponer la palabra de Dios: se criasen y formasen operarios que, esparcidos por los con­ ventos, cultivasen e ilustrasen los pueblos con sus trabajos evangélicos y con los ejemplos de su virtud, que, según ha acreditado en todos tiempos la experiencia de las Ordenes Regulares, va acompañada con la verdadera instrucción, pudiendo satisfacer también por el mismo medio, y con grande honor, la provincia a los deseos y súplicas de los Ilustrísimos señores Obispos que piden con frecuencia misioneros que cultiven sus diócesis.» Y después de decir que tales deseos no habían tenido efecto y de que había llegado el momento de que así se hiciese, continúa: «Tenemos la satisfacción de ver reunidos los votos de todos nuestros súbditos, que habiéndoseles propuesto por carta dirigida a este (9) Juan de Zamora, Manifiesto historial, ms. c., f. 19r., n. XL. Estas pala­ bras hacen referencia al proyecto del P. Fidel de Tortuera, 1762, del que tratamos en su lugar.

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