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218 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA Añastro, Salustiano de Alcedo, Luis de Medina del Campo, Ceferino de Cegoñal, Mariano de Villaro y Mariano de Luno, y los Hermanos Fray José de Algora, Fr. Agustín de Torazo y Fr. Pascasio de Villasuso, con el donado Vicente de Alcalá (32). En los siguientes años, 1812 a 1817, los moradores de aquel Cole­ gio se vieron molestados por las injustas intromisiones del obispo en los asuntos del mismo, llegando incluso a creerse superior y no admitir en él a los que eran enviados de la provincia, lo que obligó a recurrir contra él a la Regencia y Consejo de Indias (33). Debido a eso y otras causas, varios de los que llegaron en 1810 regresaron pronto a España, entre ellos los PP. Luis de Medina del Campo, Mariano de Luno, Mariano de Villaro, Manuel de San Román y Lucas de Orduña (34). Hasta el punto de que en 1820 sólo eran en el Colegio seis o siete Padres, muy pocos para atender al culto en la propia iglesia y llenar los compromisos de predicar misiones circulares por la isla (35). En el citado año de 1820 dio comienzo el llamado período consti­ tucional, que perduró hasta 1823. A los males que consigo trajo la guerra de la Independencia a las Ordenes religiosas se añadió ese otro, por lo que, en los veinticinco primeros años del siglo xix el personal de aquéllas quedó más que diezmado. Por tanto, no era posible enviar refuerzos a La Habana cuando faltaban religiosos en la provincia, según reconocía el mismo Prefecto del Colegio en 1829, en que sola­ mente había en él cinco Padres y un Hermano (36). Años después (1835-1836) sucedió en la Península la exclaustra­ ción de los religiosos. Arrojados de sus conventos, se vieron obligados a resolver su precaria situación secularizándose o marchando al extran­ jero; muchos prefirieron esto, dirigiendo sus pasos a aquel Colegio (32) Todos estos religiosos se encontraban en Cádiz refugiados por motivo de la guerra de la Independencia. Los estudiantes terminaron su carrera en La Ha­ bana bajo la dirección y enseñanza del P. Bruno de Samaniego, Lector, y «cuando se juzgaron debidamete instruidos, se habilitaron para el pulpito y confesionario, cuyas funciones desempeñaron a satisfacción de la comunidad» (VA, 729). El P. Valerio de Monteagudo falleció a poco de llegar y los PP. Faustino de Zara­ goza, Mariano de Villaro y Mariano de Luno regresaron pronto a España, ha­ ciéndolo algo más tarde los PP. Justo de Barbastro y Luis de Medina del Campo. (33) Así lo hizo la Regencia a petición de los superiores de Castilla, man­ dando al obispo se abstuviese de tales vejaciones, Cádiz, 18 diciembre 1812 (AGI, Santo Domingo-Cuba, 1815); lo propio le ordenó el Consejo de Indias, 22 julio 1815 y 30 mayo 1817 (Cfr. Colección de documentos inéditos para la historia de Hispano-América. XII. Catálogo de los fondos cubanos del Archivo General de Indias, t. I, vol. II, Madrid-Barcelona-Buenos Aires 1930, 274, n. 2105 y 411, n. 2222 ). (34) Ibid. En cambio, estuvieron allí, de regreso para España en 1815, los mi­ sioneros de Cumaná PP. Francisco de Aliaga, Camilo de Caspe y José de Aqua- viva, mas el P. Andrés de Aras, misionero de Santa Marta, que pidió quedarse (AGI, Santo Domingo, 2273). (35) Carta del P. Antonio de Salamanca, La Habana, 8 noviembre 1820 (APC, 18/13). (36) Carta del P. Ceferino de Cegoñal, La Habana, 26 enero 1829 (APC, 18/14).

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