BCCCAP00000000000000000000156

2. En una lucha de tales características, de tan larga duración y enmarañadas complicaciones, los eclesiásticos no pudieron por menos de tomar parte activa: unas veces por necesidad y otras voluntariamente; unos a favor del de Anjou, otros en pro del de Austria. Y por cierto que en ambos bandos encontramos comprometidos obispos, sacerdotes y religiosos, peleando a veces indistintamente por uno u otro, según lo exigían las ocasiones y circunstancias. Por lo que a los prelados se refiere podemos señalar al cardenal Portocarrero, quien alistó y luego sostuvo a sus expensas seis escuadrones; el obispo de Córdoba, todo un regimiento, y el de Murcia, nada menos que dos. Por su parte, el de Tarazona, que, como los anteriores, seguía la causa de Felipe V , llegó a alistar a sus clérigos, mientras que los de Salamanca, Málaga, Calahorra y otros, seguidores igualmente del de Anjou, no se recataron de tomar la espada y de pelear cual soldados aguerridos (2). No se mostraron menos animosos los partidarios del archiduque. Así el arzobispo de Valencia, seguidor en un principio del de Borbón, se puso luego de parte del de Austria (3). Asimismo los obispos de Huesca y Albarracín se apresuraron a levantar los pueblos y ciudades de sus respectivas diócesis en contra de Felipe V , por lo que Macanaz se atreve a darles el calificativo de «muy malos» (4). Otro tanto hicieron el obispo de Barcelona y el auxiliar de Toledo (5). Era natural que los sacerdotes y clérigos siguieran en esta contienda el partido de los respectivos obispos, inclinándose a favor de uno u otro según aquéllos procedían. En esa medida y con idénticas alternativas se encontraron divididas las propias comunidades religiosas. Así, por ejemplo, un carmelita descalzo, catalán y hermano del conde de Centellas, excitó con el mayor entusiasmo a los habitantes de Alcañiz a rebelarse en contra de Felipe V . Religiosos de distintas comunidades de Valencia salieron armados a recibir a las tropas inglesas cuando éstas entraron en la ciudad. E l general que las mandaba les dijo con sobrada sorna: «Ya he visto a la Iglesia militante; ahora dejad las armas y retiráos a vuestros conventos, que por ahora no necesito de vuestra ayuda» ( 6 ). Frailes fueron también los que defendieron la ciudad de Barcelona cuando se vio atacada por Felipe V en 1706, y, según afirma Macanaz, religiosos de todas las Ordenes ocupaban por la noche puestos de vigilancia en la muralla, armados y formados incluso con sus cabos, como si fuesen tropas regulares. Se dio además el caso de que durante la noche se topaban por las calles diversas rondas, compuestas cada una de dos canónigos y diez clérigos (7). Algo semejante sucedió en Salamanca, donde, agrupados en torno al obispo, los clérigos y religiosos de todas las comunidades se armaron LA GUERRA DE SUCESIÓN Y LOS CAPUCHINOS ESPAÑOLES 3 (2) M odesto L afuente , Historia de España, XIII, Barcelona 1889, 58. (3) V. dela F uente , 11. (4) M. L afuente , 41, nota 1, 50. (5) Ibíd., 53, 107. (6) Ibíd., 35, 38. (7) Ibíd., 42, 44.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz