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196 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA eficaz fermento para que se efectuase no sólo entre los Capuchinos, sino también entre los predicadores de fuera, una verdadera y profunda reforma del púlpito, es decir, en el fondo y forma de tener la predi­ cación. No queremos repetir cuanto los superiores de Castilla insistieron en hacer que sus súbditos reaccionasen contra el mal gusto de la época: en que predicasen no a sí mismos, sino a Cristo crucificado: en man­ dar de modo particular que en todo sermón se explicase necesaria­ mente un punto de doctrina; el establecimiento del Seminario de Mi­ sioneros de Toro fue, a no dudarlo, una eficaz reacción en contra de aquel mal gusto y modo de predicar. Cuantos formaban parte de él, además del continuo estudio de aquellas materias que debían formar el fondo de los sermones: Sagrada Escritura, Santos Padres, historia eclesiástica, etc., estaban obligados a pronunciar ante la comunidad lo que predicarían más tarde, y luego, también públicamente, se les hacían las correcciones necesarias y se anotaban los defectos que pudieran haber en la manera de exponer la doctrina y en el modo de predicar. Así serían luego espejo en que se mirasen los otros predicadores; y como fue intención del P. Colindres que, al repartirse más tarde por los conventos, contribuyesen eficaz y poderosamente a que reviviese la observancia regular en todo su vigor, de idéntica manera los demás aprenderían de ellos a anunciar la divina palabra digna y competente­ mente. Justamente a esa reforma en la predicación y a que ésta se llevase con la mayor perfección en el Seminario de Toro se encaminaban los «ordenamientos» que, según afirma el P. Santander, dio el P. Isidoro de Fermoselle, Vicario provincial, al hacer la visita a dicho convento en 1776. Con idéntica finalidad mandó además, como sigue diciendo el mismo P. Santander, «se trabajase por Fr. Joaquín de Portillo y por mí un cuerpo de Ejercicios espirituales para el venerable clero...; otro de misiones y doctrinas que trabajé sólo por haber pasado a América el mencionado P. Portillo, y es el que al presente damos, porque así igualmente me lo mandan, y otros ordenamientos que miraban a la mayor perfección de nuestro santo ministerio» (28). El P. Santander llegaba al Seminario de Toro en 1774; dos años después, el Cardenal Arzobispo de Toledo Lorenzana daba su famosa pastoral en contra de los abusos que los predicadores y misioneros cometían en el ejercicio de su ministerio (29). Y a propósito de esto mismo dice aquel insigne misionero montañés que aún se recordaban en Toro las ridiculeces que se practicaban en las misiones y durante la predicación para llamar la atención de los fieles: «No han olvidado los oyentes todavía — dice— el crujir de las cadenas, los faroles para (28) Doctrinas y sermones para misión, I, Madrid, 1800; prólogo, pp. XIX- XXIV . El P. Portillo marchó a La Habana en 1784 junto con el P. Fermoselle. (29) Esta carta pastoral del cardenal Francisco Antonio Lorenzana está fecha­ da en Toledo, 4 de julio 1776; escrita en latín, 6 hjs, contiene normas prácticas para la formación de los predicadores y para el digno desempeño del apostolado.

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