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PERFECTA VIDA COMÚN EN EL CONVENTO DE EL PARDO 179 recursos y reclamaciones de religiosos contra sus superiores en causas de sola competencia de la autoridad eclesiástica. No debe extrañarnos por eso mismo que el P. Francisco de Villalpando, al dedicarle el tercer tomo de su obra filosófica, alabe sus cuidados «por conformar los clérigos y religiosos a la primitiva disciplina de sus respectivos insti­ tutos» ( 10 ). Por otra parte esa actitud de los ministros de Carlos III en inmiscuirse en asuntos que no eran de su competencia, sólo es com­ prensible si se tienen en cuenta las corrientes doctrinales e ideológicas entonces dominantes. Tales ministros, volterianos y enciclopedistas, disfrazados con el manto de la piedad y disciplina religiosa, apoyaron esas corrientes de reforma en los institutos religiosos porque favore­ cían los nuevos cauces abiertos por el regalismo en el terreno político, cultural y religioso, y tildaban por lo mismo a los contrarios de fanáticos defensores de la tradición y oscurantismo. De eso justa­ mente tacharon a los enemigos del P. Zamora en la cuestión que nos ocupa. Convencido plenamente este religioso de la legitimidad de su causa, teniendo presente las razones apuntadas, no se le ofreció el menor reparo en acudir al rey por medio del memorial expresado, pidiéndole que, como había hecho con otros varios conventos de España y América, se dignase declarar su voluntad de que en el de El Pardo se observase siempre e invariablemente la perfecta vida común allí establecida con permiso de los superiores (11). Así lo hizo el monarca por medio de Roda, constestándole (18 de marzo de 1775) cómo el rey se había «servido aprobar dicho establecimiento de la perfecta vida común y quiere se observe y guarde, practicándose lo mismo por los prelados sucesores de V. R. en esa comunidad» (12). La lucha se continuó pero ante los superiores de la Orden en Roma. Al P. General enviaron los contrarios del P. Zamora un extenso memorial en el que ponían de relieve los perjuicios y deplorables consecuencias que se seguían de aquella novedad introducida en El Pardo, tachándola de arbitraria y sospechosa. A Roma acudió a su vez el P. Zamora con otro memorial exponiendo los motivos que tenía para obrar así y cómo contaba con el permiso de los superiores, enviando juntamente el decreto del rey que aprobaba su modo de proceder (13). Poco después tenía lugar el Capítulo general, resultando elegido superior de toda la Orden el P. Erardo de Radkesburg. Ante el nuevo Definitorio general presentó el Provincial de Castilla el memorial del Padre Zamora y la expresada orden del rey; también el P. Juan de (10) Cfr. F ra n ciscu s a V illa lp a n d o , O . F. M. Cap., Philosophia acl usum Scholae Fr. Min. Capuccinorum, III, Matriti 1778, XI. (11) Manifiesto historial, f. 37v. (12) Ibid., f. 63, doc. 25. (13) Ibid., f. 64s.

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