BCCCAP00000000000000000000156

152 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA de Zamora y Eugenio de Sieteiglesias mas el Hno. Fr. José de Polán (14). Al recibirse las ordenaciones o estatutos, todos se encontraban ya allí. Sin embargo, no faltaron otros religiosos de la provincia que, al conocer el contenido de dichos estatutos, levantasen su voz en contra, criticasen lo hecho y divulgasen cuentos y chismes por los conventos (15). No obstante, las cosas siguieron adelante sin mayores contratiempos; de sobra sabían todos que estaba de por medio la autoridad del P. General. Por desgracia, el fallecimiento de éste en Viena, el 7 de junio de 1766, fue un golpe tremendo, que puso en peligro de que todo aquello se viniese a tierra. Todavía en los últimos momentos de su vida se acordó el P. Colindres de su caro Seminario de Misioneros de Toro, y, poco después de recibir el Viático, hizo escribir a su secretario, P. Fidel de Santurce, una carta a los superiores de Castilla, recomendándoles con el mayor encarecimiento la familia del convento de Toro, «para que cooperen en cuanto puedan — decía— a la subsistencia de su observancia, y aun, si posible fuera y se ofreciesen religiosos para ello, a que se envíen de la misma a otros conventos en el próximo y si­ guiente Capítulos, y en hacerlo así tendrán especial consuelo a la hora de la muerte, como le tenía su Rma. en haber hecho lo que pudo en ese particular» (16). Es que, en la intención del P. Colindres, este Seminario de Toro no debía ser un caso aislado en la provincia, sino centro e irradiación de más pura y rígida observancia; de tal modo que los religiosos allí formados en esa fiel guarda de la Regla y Constituciones, marchasen luego a otros conventos y con su ejemplo se restaurase en los demás esa misma observancia y surgiese en toda la provincia vida de más espíritu religioso, de más fervor y de mayor pobreza. Ya dijimos cómo la muerte del P. Colindres fue un rudo golpe para la supervivencia de este Seminario. Hemos insinuado también que el Padre Provincial, Fidel de Los Arcos, no sentía hacia él la menor simpatía. En prevención de lamentables acontecimientos, el P. Zamora escribió sin pérdida de tiempo al Definitorio general poniéndole al corriente de lo que allí se había hecho con aprobación del fallecido P. Colindres, y, ante el temor fundado de posibles innovaciones, le pedía se dignase escribir al P. Provincial para que todo corriese como hasta entonces, por lo menos hasta el próximo Capítulo de la Orden. Y al ver, por otra parte, que el P. Provincial comenzaba a hacer cam- (14) Posteriormente llegaron los PP. Isidoro de Fermosella, Agustín de Nava, Francisco de Gascueña y Bernardo de Hoz, mas el P. José de San Sebastián y Fray Florentín de Quintanilla, que ya se encontraban en Toro (ibíd., 404; P. Z a ­ mora, Manifiesto historial, f. 9, n. XVIII). (15) Exponente de lo que entonces pasó es otra carta del P. Colindres, Barn- berg, 20 enero 1766, al P. Zamora (Cfr. en Manifiesto historial, f. 56, doc. 11, y el informe del P. Isidoro de Fermoselle al rey, Madrid, 18 mayo 1776; AGS, Gra­ cia y Justicia, 644). (16) Carta del P. Santurce al P. Provincial, Viena, 14 junio 1766, en Mani­ fiesto historial, f. 59, doc. 15.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz