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142 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA a los PP. Lectores y Maestros que les impongan e instruyan en el modo de predicar y de sacar un sermón en el último año de estudios, señalándoles para esto el punto que les pareciere más cómodo, y a cada uno de sus estudiantes les harán que prediquen en el aula a lo menos dos sermones» (16). Fue esa una de tantas medidas tomadas por los superiores de Cas­ tilla, como hicimos notar en otra parte, encaminada a la buena for­ mación de los que debían anunciar dignamente la palabra de Dios (17). En agosto de 1767 emprendía el P. Provincial viaje a la Ciudad Eterna para asistir al Capítulo general del siguiente año. Dos meses antes, el 22 de junio, había recibido un decreto del rey, que es una prueba más de las intromisiones abusivas del poder civil. Ordenaba en él Carlos III que todos los graduados, lectores y maestros de Uni­ versidades hiciesen juramento de no seguir la doctrina que sobre el regicidio y tiranicidio fue condenada por el Concilio de Constanza. Tal juramento lo hicieron asimismo nuestros Lectores y Maestros de estudiantes ante la comunidad, tan pronto como se recibió (18). Al marchar a Roma el P. Provincial dejó por Vicario a su ante­ cesor el P. Manuel de La Calzada (19). Este recibió, el 4 de diciembre de 1767, un comunicado del conde de Aranda, presidente del Con­ sejo de Castilla, para que el P. Fidel de Alcabón, predicador y residente en La Paciencia, saliese cuanto antes de la corte y marchase a sitio distante 20 leguas, siendo destinado ese mismo día al convento de Navalmoral (20). Aunque no se decía el motivo de tal castigo, parece ser fue la libertad del P. Alcabón en predicar contra los vicios y abusos reinantes. El Consejo no le levantó el castigo hasta julio de 1771 (21). Un revuelo semejante se levantó contra el mismo religioso pocos años después, al predicar en julio de 1779 un sermón en la iglesia de PP. Tri­ nitarios Descalzos en las fiestas de beatificación de San Miguel de los Santos. Se imprimió ese sermón, pero el Consejo de Castilla, creyendo ver en él algunas aserciones dignas de censura, lo mandó recoger ( 22 ). Así actuaba el Consejo, y eso que el P. Alcabón era desde 1754 Califi­ cador de la Suprema Inquisición. Otro hecho que demuestra, una vez más, la intromisión injusta del Consejo de Castilla y prueba al mismo tiempo el renombre de que gozaban ya por entonces los misioneros de Toro, es lo sucedido en 1768 (16) lbíd. (17) Cfr. mi estudio: Preparación apostólica de los jóvenes religiosos sacer­ dotes, en Naturaleza y Gracia, 9 (1962), 292-3. (18) VA, 424-5. (19) lbíd., 425. (20) lbíd., 427-8. (21) lbíd., 468. ( 22 ) Lleva este título: Sermón panegírico, que en las fiestas solemnes que celebró la Comunidad de RR. Padres Trinitarios Descalzos de esta corte, a la beatificación del extático Miguel de los Santos predicó el cinco de julio de este presente año el M. R. P. Fr. Fidel de Alcabón, Madrid, 1779. Sobre este asunto hay muchos documentos en AGS, Gracia y Justicia, 644.

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