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y demás defectos oratorios entonces tan comunes: «A los padres predi­ cadores exhortamos que tengan muy presente lo que se les dice en los apuntamientos antecedentes: que prediquen a Cristo crucificado y no a sí mismos: que prediquen por obediencia y no soliciten por sí ni por tercera persona los sermones.» Y añade: «O es buen predicador o es malo; si es malo, mejor es que no suba al púlpito; si es bueno, ya le buscarán los prelados y seglares.» Y a continuación, como norma con­ creta y preceptiva, manda lo siguiente: «En todo sermón, sea panegí­ rico, sea moral, expliquen en la salutación un tiempo (punto) de doc­ trina, o sea doctrina toda la salutación, y sea de modo que todos los oyentes puedan entenderla. Así irán arreglados a lo que les está mandado.» Práctica es también la amonestación que hace a los misioneros; por cierto que en ella se pone de manifiesto, una vez más, esa reacción que antes apuntábamos, de la predicación conceptista y gerundiana, que tan en boga estaba entonces y era tan propia para el lucimiento, a otra más sencilla, popular y de más provecho a las almas, cual era la de misiones, que en adelante tendría mayor número de seguidores. Ese hecho y el de que ya por esos años comenzaba a tener ambiente la idea de establecer un Colegio de Misioneros, nos demuestra que en el seno de la provincia se estaba llevando a cabo una verdadera reforma del púlpito, iniciada felizmente con anterioridad. A cuantos se dedicaban de modo especial a la predicación de misio­ nes amonestaba el P. Tortuera: «A los predicadores que Dios ha lle­ nado, por su infinita misericordia, del celo de la salvación de las almas y dotado de partidas para el apostólico ministerio de las misiones, ex­ hortamos — y quisiéramos fuera con la mayor persuasión— a que conti­ núen ministerio tan santo y tan propio de Capuchinos y encargamos a los prelados promuevan cuanto les fuere posible este apostólico mi­ nisterio. Y ordenamos que no les ocupen desde la fiesta de Todos los Santos hasta Resurreccióne en otros sermones, si no es que sea en alguna Semana Santa, a la que no es razón se nieguen los misioneros. Y , considerando el penoso y dilatado trabajo de éstos, ordenamos que diez días antes de salir, se les dé todo el coro y platillo, y lo mismo se hará cuando se restituyan al convento. Y a los misioneros exhorta­ mos que hagan primero los diez días de Ejercicios, para que, llenos del amor de Dios, comuniquen a las almas de los fieles el amoroso incendio del espíritu divino.» Agrega además: «Exhortamos a los misioneros que, cuando se hallen en el convento, se apliquen con todo cuidado al estudio de la teología moral, porque se revuelven mucho las piscinas de las conciencias en las misiones, y es menester mucha ciencia y gran tino mental para limpiarlas, sosegarlas y dar reglas para evitar en ade­ lante los deslices.» El día primero de diciembre de 1759 se recibió en Castilla la con­ vocatoria para el próximo Capítulo general, que tendrá lugar en la VIDA DE LA PROVINCIA DE CASTILLA EN LOS AÑOS 1 7 5 9 A 1 7 6 5 1 2 7

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