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ACTIVIDADES DE MAYOR RELIEVE EN LOS AÑOS 1745-1761 111 Y no solamente arremete el P. Isla contra el P. Marquina, sino también contra otros dos. La colección de sus escritos polémicos los encabeza con los siguientes versos: «Echa tu barba en remojo, no cantes gloria hasta el fin; acuérdate que no hay puerco que escape de un San Martín .» Prosigue así el P. Isla: «Y entonces y en este tan celebrado día, ni Marquina, ni Fr. Diego, ni Cabra, ni todos los chivatos, con sus pelu­ dos brazos desnudos (que parece es su instituto ostentar pelos por todas partes), conseguirán con sus desacompasados berridos ni parar el golpe ni la fuerza del destino ni el triunfo de la Filosofía... ¿Qué dirá enton­ ces doña Rita, tía del Padre Fray Marquina?» (23). Nos parece, consiguientemente, se trata de dos Capuchinos más: uno, el P. Diego de Madrid, según creemos, predicador de fama, y el otro, el P. Jerónimo de Cabra, perteneciente el primero a Castilla, del que seguidamente hablaremos, y el segundo a la provincia de Anda­ lucía, también buen predicador. No obstante eso, hemos de afirmar que aun entre los Capuchinos encontró el P. Isla partidarios y defensores. El mismo refiere en una de sus cartas que en un convento de Capuchinos, y en presencia de la comunidad, predicó un sermón cierto Padre, cuyo nombre omite, que antes era «un gerundio» y uno de sus mayores enemigos, y que en aquella ocasión hizo un exordio sobre la manera de predicar digna de San Juan Crisòstomo, dando gracias al P. Isla por el bien que con su libro había hecho a la predicación (24). Otro de sus apologistas fue el P. Francisco de Ajofrín. Se encon­ traba de Lector en El Pardo al publicarse el primer tomo del Fr. Gerun­ dio y escribió al Inquisidor general una carta (4 de abril de 1758) en que pide «se permita publicar esa obra con el fin de que se remedie el abuso escandaloso de muchos oradores, que las más veces, movidos del extravagante gusto de los oyentes, no predican a Cristo crucificado como debieran. Nada se ha logrado — añade— con exhortaciones serias a los predicadores, porque, la verdad, no consistía sólo en ellos, sino también y más principalmente en los oyentes». Por eso es de parecer se deje circular el mencionado libro, pues así se evitarían con él muchos Gerundios verdaderos que abusaban doblemente del texto sagrado (25). Muy acertadamente dice el P. Ajofrín, coincidiendo en esto con Cartas inéditas del P. Isla, introducción y edición por el P. Luis Fernández, S. Madrid, 1957. (23) Is la , Obras escogidas, 257. (24) Is la , Cartas familiares, León, 1903, 393. (25) Carta del P. Ajofrín, Capuchinos de El Pardo, 4 abril 1758 ( Expediente instruido sobrela historia de Fray Gerundio, ms. c., f. 112).

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