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Pero ¿tenía el P. Isla fundamento y motivo suficiente para tomar, según parece, al predicador capuchino justamente como el prototipo del orador culterano y amanerado? Repetimos que no nos atrevemos a hacer tal afirmación, que nos parece muy fuerte y particular, cuando sabemos que otros muchos oradores, tanto religiosos como del clero secular, rindieron culto a esa moda que Menéndez y Pelayo fustiga durísimamente en las siguientes palabras: «Todos los vicios de la deca dencia literaria, el culteranismo, el conceptismo, el equivoquismo, la erudición indigesta y de aparato, las metáforas descomunales, los vanos alardes de sutileza, se habían concentrado en el pulpito, adquiriendo doble realce y escandalosas proporciones, por lo mismo que era mayor el contraste entre los bajos quilates del estilo y la grandeza sublime de la materia» (15). De todos modos sabemos que con seguridad a los capuchinos hace referencia el P. Isla tomando de ellos algunos ejemplos, aunque omi tiendo el nombre. Así, haciendo hablar a Fr. Blas, maestro de Fr. Ge rundio, le da para predicar bien, entre otras reglas, ésta, que es la tercera: «El título o asunto del sermón sea siempre de chiste o por lo retumbante, o por lo cómico, o por lo facultativo, o por algún retrue- canillo.» A lo que añade que le pone algunos ejemplos, y el que cita o copia es el título del sermón de un capuchino navarro, P. Gabriel de Cintruénigo, impreso en Pamplona en 1734, que así reza: «Triunfo amoroso, Sacro Himeneo, Epitalamio festivo», etc. Sermón que, por cierto, está lleno de erudición sagrada y profana, así como de ingenio sas acomodaciones y sutilezas de lenguaje; sin embargo, uno de los censores, el franciscano P. Joaquín de Lezana, ensalza esta pieza ora toria hasta el punto de que por sólo este sermón podía calificarse su autor «con el timbre de Fénix de los oradores» (16). Son estos dos testimonios sintomáticos y un tanto probativos de que el P. Isla tuvo al menos muy presentes a los predicadores capuchinos al redactar su obra Fr. Gerundio de Campazas, calificada por Menéndez y Pelayo «sátira tampoco del mejor gusto, algo mazorral y frailuna... bufonesca y recargada... abundante, copiosa y de legítimo gracejo cas tellano, no muy pasado por la cendra, vulgar y grotesco a veces» (17). Esa obra encontrará en el P. Marquina quizá el mayor enemigo; no obstante, dado a luz el primer tomo en 1758, no sería ni el citado religioso ni tampoco los Capuchinos quienes la delatasen a la Inquisi ción y consiguiesen su prohibición por edicto de ésta en 1760. Conoce mos el contenido de las delaciones hechas por el P. Pablo de la Concep ción, carmelita descalzo; del P. Cristóbal Manuel Jiménez, mercedario, y de los dominicos PP. Magín Llovet y Miguel del Cerro y del P. Ma nuel de Pinillos, agustino; asimismo el examen y la censura de dichas ACTIVIDADES DE MAYOR RELIEVE EN LOS AÑOS 1745-1761 109 (15) M. y P elayo , ibíd. (16) Cfr. Boletín Oficial, ibíd, donde se analiza el mencionado sermón pre dicado con ocasión de una profesión religiosa. (17) M. y P elayo , ibíd.
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