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108 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA ante el público la diferencia que existía entre el jesuita comedido, culto y distinguido, y el fraile vulgar, mazorral, que cuando quería adornarse con lindezas daba en ridiculeces» (12). No nos atrevemos a atribuir tales intenciones al autor del Fr. Gerundio. Aquel mal gusto de la época arrastró en general a los predicadores de las Ordenes religiosas, frailes y no frailes, e incluso del clero secular. Y hasta nos atrevemos a afirmar que ni el mismo P. Isla, que tan duramente recriminó las excentricidades de los predicadores conceptistas y culteranos, se libró del todo de ese mal gusto; aun sus sermones adolecen del mismo de­ fecto, aunque no tan exageradamente (13). No ha faltado tampoco quien ha querido ver en el Fr. Gerundio del P. Isla una sátira mordaz y acerba contra el modo de predicar de los Capuchinos. Al menos así pareció entenderlo algunos contemporá­ neos del autor, quienes creyeron ver en Fr. Gerundio un hermano de hábito de cuya caricatura se valió el P. Isla para sus fines. Y desde luego es un hecho que fueron varios los que impugnaron la obra por ver en esta producción un ataque más o menos directo contra los Capuchinos, cuyo género de vida parece se tiene presente en toda la obra. Lo cierto es que el P. Isla describe justamente al predicador que quiere ridiculizar encarnado bien claramente en la figura del capuchi­ no, cuando así se expresa: «Qué es ver subir al púlpito a un predi­ cador, amortajado más que vestido con un estrecho saco ceñido de una soga, de que hasta el mismo tacto huye o se retrae, calado un largo capucho piramidal hasta los ojos, con una prolongada barba salpicada de canas cenicientas, el semblante medio sorbido de aquel penitente bosque, y lo demás pálido, macilento y extenuado al rigor de los ayunos y de las vigilias, los ojos hundidos hasta las concavidades del cerebro, como retirándose ellos mismos de los objetos profanos... Qué es ver, digo, a este animado esqueleto en la elevación de un púlpito... propo­ ner el tema del sermón con majestad, arremangar el desnudo brazo, mostrar una denegrida piel sobre el duro hueso hasta el mismo codo, y dar principio al sermón de esta o de semejante manera: «Bizarro pro­ pugnáculo de España, célebre colonia latina, idea de cónsules clarísimos y gloria de los pueblos arevacos» (14). (1 2 ) C fr. Boletín Oficial de la Provincia capuchina de Navarra-Cantabria- Aragón, 2 (19 47 ), 177-80, «M iscelánea: Curiosidades de nuestra historia; los m o­ delos de F ray G eru n d io de Cam pazas.» (1 3 ) Véase lo que a firm a C ejador: «A u n q u e sus sermones, publicados en 1792, no carecen de sutil conceptism o, distan in fin ito de los de sus contem poráneos por la d octrina, la llaneza y lo bien razonados; sin duda, no quería chocar dem asiado contra la corriente a la cual deseaba oponerse» (J. C e ja d o r y F rau ca, Historia de la lengua y literatura castellana, V I , M a d rid 1917, 59 ). Y el m ism o M . y P e la y o había afirm ad o ya, hablando del Fr. Gerundio : « L a doctrina del P. Is la sobre la o ratoria sagrada es sólida y firm e , harto m ejo r que los ejemplos que quiso darnos el P. Isla en sus propios e insignificantes sermones» ( Ideas estéticas, I I I , vo lu ­ m en I I , 4 1 4 ...). (1 4 ) Io s é F ra n c is c o de Is la , S. J., Obras escogidas, B. A A . E E ., X V , M a ­ d rid 1945, lib ro I I I , capítulo I I , n.° 14, p. 146.

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