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ACTIVIDADES DE MAYOR RELIEVE EN LOS AÑOS 1745-1761 107 Eso prueba que para esas fechas existía en la provincia una reacción eficaz y notable en contra de la predicación gerundiana, y que los superiores no perdonaron medio para llevar a cabo la reforma del pulpito, aun antes que el P. Isla sacara a luz la graciosa pero a la vez pesada historia de Fr. Gerundio. Valga a su vez el testimonio del Padre Juan del Corral, quien, en las ordenaciones dadas en octubre de 1756, decía así: «Los predicadores se esfuercen a predicar con el celo que enseña nuestra Regla y Constituciones y no con fábulas vanas, ostento- sas voces y discursos que tienen por blanco darse a conocer y no cono­ cerse; que miran más a darse a conocer por sabios y entendidos que no por celosos ministros, y así prediquen el sermón de Dios y no su sermón; prediquen a Cristo crucificado y no a sí mismos, pues haciendo lo contrario retirará Dios sus luces a los predicadores permitiéndoles que caigan en un abismo de males» (9). Y más tarde, en abril de 1758, mandaba: «Prohíbese absolutamente que ningún religioso pueda usar ni tener pañuelo de cotón, que son pañuelos blancos, labrados o con rayas. Del mismo modo se manda que ninguno use pañuelos blancos, que algunos traen muy planchados y limpios para ponerse en el cuello o cabeza, y otros para ponerlos al borde del púlpito cuando predican, lo que es relajación que causa notable desedificación al auditorio» (10). Precisamente esa fea y llamativa costumbre de sacar el predicador el pañuelo y extenderlo en el púlpito es una de las muchas ridiculeces que fustiga fuertemente el autor de Fr. Gerundio. Y, saliendo a su vez al paso de tales novedades, decía otro de los provinciales de Castilla, el P. Fidel de Tortuera, en noviembre de 1759, dirigiéndose a los predicadores y misioneros: «A los Padres predicado­ res exhortamos que tengan muy presente lo que se les dice en los apun­ tamientos antecedentes: que prediquen a Cristo crucificado y no a sí mismos; que prediquen por la obediencia y no soliciten por sí ni por tercera persona los sermones.» Y añade: «En todo sermón, sea pane­ gírico, sea moral, expliquen en la salutación un tiempo de doctrina, o sea de doctrina toda la oración, y sea de modo que todos los oyentes puedan entenderla. Así, irán arreglados a lo que está mandado» (11). No obstante esas ordenaciones y normas, hay que confesar que tam­ bién los Capuchinos de Castilla rindieron en su predicación culto a ese mal gusto reinante. No han faltado quienes han visto en esta obra del P. Isla «más que un correctivo de los malos predicadores de la época, una despec­ tiva diatriba contra las antiguas Ordenes mendicantes o «turba frailes­ ca», como la denomina el P. Isla; éste pretendía poner de manifiesto (9) Cfr. también las Ordenaciones dadas por el P. Corral en 1756, citadas asi­ mismo en el capítulo antecedente (APC, 6/17). (10) Cfr. las Ordenaciones del mismo, en 1758, citadas a su vez en el ante­ rior capítulo (APC, 6/18). (11) Cfr. Apuntamientos y ordenaciones hechas y mandadas publicar por nuestro M. R. P. Provincial y RR. PP. Definidores en el Capítulo celebrado en este convento de San Antonio de Madrid, a 10 de noviembre ele 1759 (APC, 6/19).

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