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INTRODUCCIÓN IX Es de suponer lógicamente que otro tanto se haría en los restantes conventos de la Provincia, llevando en todos un libro donde, con más o menos pormenores, se irían asentando las partidas de los religiosos fallecidos y consignando juntamente algunos datos biográficos. Por des­ gracia sólo conocemos el paradero del llevado en el convento de Toledo. Aparte de eso, no es aventurado suponer que además se llevaría un necrologio provincial, en el que se fuesen anotando las fechas de muerte de todos los religiosos de Castilla. Y digo que no es aventurado supo­ nerlo cuando nos consta que en otras provincias, concretamente en la de Andalucía, existía ese necrologio provincial del que había copia en cada una de las casas (4). Y lo mismo que afirmo del libro de defunciones puede asegurarse otro tanto del libro de las crónicas, así de los respectivos conventos como de la Provincia. Como se hizo en la de Andalucía, de la que se conservan esas crónicas al igual que de la mayoría de los antiguos con­ ventos, es fácil conjeturar se hiciese otro tanto en Castilla, aunque, por desgracia, no tenemos la constancia de ninguna de ellas (5). Hay razones y argumentos que dejan suponer la existencia casi segura de tales cróni­ cas, pues no es presumible que, después de las disposiciones oficiales dadas en ese orden, que reseñamos a continuación, no se hayan llevado a la práctica. En primer lugar, tales disposiciones se dieron ya en los comienzos del siglo xv iii. En el Capítulo de 1704 se tomó el acuerdo de designar al P. Miguel de Valladolid para que fuese tomando nota de los reli­ giosos fallecidos, de sus virtudes y juntamente de cuantas cosas fuesen sucediendo en la Provincia ( 6 ). Casi las mismas disposiciones se repi­ tieron un año más tarde, en el Capítulo de octubre de 1705, acordando que el P. Provincial llevase un libro en que se consignasen las cosas notables que ocurriesen en la Provincia, fallecimiento de los religiosos, vida y virtudes de los mismos; para ello venían obligados los superiores locales a dar aviso y noticia de todo (7). En esa misma fecha se instituyó Igualmente se llevó el «Libro de difuntos del convento de San Antonio» del Prado, que J. Antonio Alvarez y Baena cita en varias partes de su obra: Hijos de Madrid, ilustres en santidad, dignidades, armas, cienciasy artes, I, Madrid 1789, 378-9; III, Madrid 1790, 50-52, etc. Pero dicho libro no se ha conservado. (4) Hemos visto varias de esas copias en el Archivo Provincial de los Capu­ chinos de Andalucía (Sevilla); una de ellas ha venido a parar a la BN. de Madrid, ms. 17707. (5) Las crónicas de bastantes conventos de la Provincia de Andalucía se conservan a su vez en el mencionado Archivo; alguno ha ido a enriquecer el depósito de manuscritos de la BN. ( 6 ) Viridario auténtico en que florecen siempre vivas las memorias de lo que pertenece al buen gobierno de esta Provincia, ms., 78 (Archivo Provincial de los Capuchinos de Castilla, 1). (7) Ordenaciones y apuntamientos hechos y mandados publicar por nuestro M. R. P. Fr. Antonio de La Puebla, Ministro Provincial...en el Capítulo celebrado el día 9 de octubre de 1705 (APC, 4/34).

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