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104 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA las licencias a los que, tras maduro examen, no se encontrasen suficien­ temente instruidos y preparados. Es verdad que este ministerio del confesonario era tarea de todos los Padres, en general, tanto de los que tenían título de predicador como de los llamados en las estadísticas solamente «sacerdotes» y en otros documentos «Padres simples». Sobre éstos decía el decreto del Padre General Serafín de Capricolle (Ziegenhals): «Los que después de este examen (es decir, el sufrido por los que habían cursado los dos primeros años de teología, que era precisamente la moral), y aun en exámenes anteriores, fuesen juzgados menos aptos para los estudios respectivos de la Escolástica, o quienes por causa razonable renuncian a seguir, pueden ser apartados del estudio; pero si la mayor parte de los examinadores los aprueban, siquiera de tercera clase, pueden ser aprobados para confesar, por tener ya la ciencia suficiente» (3). Preci­ samente porque su preparación era deficiente, según se deduce, insistían los Provinciales en que continuasen el estudio de la moral a fin de poder atender mejor y con más competencia al confesonario. En cuanto a esos «Padres simples», hacemos constatar que en la provincia de Castilla su número fue disminuyendo sensiblemente. Así, mientras en 1701 había 200 predicadores, Padres simples eran 150; en cambio, en 1747 aquéllos habían subido a 222 y éstos bajado a 93, y todavía era más desproporcionado el número en 1754, contándose 267 predicadores, mientras que los otros no pasaban de 24 (4). Aparte de eso, es curioso anotar que entonces no eran solamente los Hermanos los encargados de pedir o recoger limosna, sino también era práctica de siempre en Castilla que los citados Padres o «sacerdotes simples», e incluso los mismos predicadores, «excepto aquellos de conocida habilidad», salieran a pedir la limosna acostumbrada por los lugares de esta provincia y sus guardianías, menos en las ciudades don­ de había convento (5). No deja tampoco de ser curioso el siguiente dato. En las misiones que solían darse en Madrid, que eran por lo regular tres y a veces cinco todos los años durante la cuaresma y en distintas iglesias, al mismo tiempo que se señalaban los predicadores de las mismas, se concedían especiales licencias a otros tantos confesores para que acom­ pañasen a aquéllos y atendiesen a las confesiones de los fieles (6). 3. Pero la máxima actividad y continua ocupación de los Padres fue, sin duda alguna, lo mismo en estos años que historiamos que en (3 ) C fr. la traducción de este decreto en A . de Palazuelo, O . F . M . C ap., Vi­ talidad Seráfica, segunda serie, M a d rid 1931, 247-266. (4 ) C fr. Tabulae Capitulorum Generalium, ibid., y P o b la d u ra , L os Frailes Menores, ibid. (5 ) C ertificació n del P. Jerónimo de Cubas, Secretario p rovincial de C astilla, 9 ju lio 1743 (A rc h iv o de la C orona de A rag ó n , Fondos Monacales, leg. 62, f. 3, «M iscelánea del A rch iv o de C apuchinos», t. 6 ° ). (6 ) E n los Libros registros de los distintos arzobispos de T o le d o , cuidadosa­ m ente conservados en el A rch iv o arzobispal, se encuentran estos datos.

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