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EL PRIMER CONVENTO EN MADRID 51 el tiempo y estaban para cumplirse dos años de estancia en su palacio. A visado y comprensivo también el D u qu e, determ inó edificar cuan­ to antes el convento y que fuese precisamente pegado a su casa. D o s años justos, desde la traslación de los religiosos del Hospital de los Italianos, se cumplían el 2 de febrero de 1 6 1 2 , y ese día fué el escogido para la bendición y colocación de la primera piedra del nuevo convento e iglesia. L a ceremonia la describen los cronistas, que justa­ mente a ella estuvieron presentes, con toda clase de pormenores, y no es de extrañar cuando alguno de ellos llega a decir que fu é «la más célebre que ha habido en España» ( 9 ). T u v o lugar, com o hemos d icho, el día 2 de febrero de 1612 por la tarde. Una lucidísima procesión, de la que formaban parte nada menos que cuarenta Capuchinos, salió del palacio del D u q u e ; a ellos seguía gran número de clérigos. La plaza, hoy llamada de las Cortes, estaba totalmente engalanada con tapices del palacio real, y formába cordón a lo largo de ella la guardia tudesca. Presentes estaban los Reyes, asistiendo al acto desde uno de los balcones del palacio del Duqu e, y juntamente con ellos el Príncipe e Infantes, y en otros balcones el N un cio de Su Santidad, muchos caballeros, señoras y personas de lus­ tre. E l Cardenal D . Gaspar de Borja, vestido de Pontifical, cerraba la p rocesión ; iba rodeado de muchos ministros, uno de los cuales llevaba en una fuente la piedra «d e mármol labrado de una cuarta en cuadro», que se había de bendecir, con el pergam ino de la escritura en caja de p lom o y varias monedas. H ízose con mucha gravedad la ceremonia, tal com o lo dispone el Pontifical, mientras que la música de la Real Ca­ pilla cantaba a su vez lo de ritual en semejantes casos. D esde aquel día quedó ya dedicada la iglesia a San Antonio de Padua. A sí cumplía el P. P olicio su promesa al Santo de los milagros de dedicarle el primer templo que se fundase en M adrid ( 10 ). La fábrica se com enzó con gran calor y se prosiguió con el m ismo entusiasmo. En ella invirtió el R ey grandes cantidades d e títulos y mercedes, que aplicó para esta ob ra ; también ayudó grandemente el caballero genovés D . Octavio Centurión, más tarde Marqués de M o ­ nasterio, muy devoto y gran bienhechor de la O rd en ; n i fué menos generoso el p rop io D uqu e de Lerma, quien, por eso m ismo y demás favores hechos, pidió y obtuvo para sí el patronato, gracia que también le con ced ió el R ey, y por testimonio perpetuo sus armas fueron puestas a los lados del altar mayor de la iglesia y en la entrada del convento ( 11 ). — *— *— (9) A . d e G r a n a d a , ms. c., p. 20. (10) F . d e G r a n a d a , o. c., pp. 26-27. ( 1 1 ) Ibid. 23.— A . d e G r a n a d a , ms. c., p. 17 . Sin embargo, no se sabe c o n c re ­ tamente cuándo haya sido concedido dicho patronato, ni existe tampoco documento alguno, ya que «no se hicieron por entonces más asientos ni escrituras de este pa­ tronato que la palabra y aceptación del Duque y consentimiento de los religiosos,

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