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50 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA Mientras llegaban los religiosos, se iba preparando la parte del pa lacio del Duque de Lerma, destinada a cobijar menos incómodamente aquella numerosa comunidad. T res meses escasos fueron suficientes para ello. 3 . T o d o historiador medianamente in form ado de las cosas de M a drid sabe sobradamente el lugar que antiguamente ocupaba la augusta motada del privado de Felipe III. La finca donde estaba emplazado su palacio comprendía el espacioso terreno que se extiende desde la calle de San Agustín, bajando por Plaza de las Cortes hasta Paseo del Prado (hoy Palace H otel), siguiendo luego hasta la Plaza de Platerías Martí- nez, subiendo por Huertas, calle de Jesús, Plaza de Jesús y calle de Cervantes, hasta unirse con la de San Agustín. Téngase en cuenta que la actual calle del D uqu e de M edinaceli no existía, com o tam poco la bajada de la calle de Cervantes (antiguamente de Francos) desde la Plaza de Jesús hasta Paseo del Prado, ni la prolongación de la de L op e de Vega, también desde lá Plaza de Jesús hasta el Prado. D en tro de ese espacioso recinto, el de Lerma había hecho levantar en 1606 el convento de Padres Trinitarios Descalzos, con su grandiosa iglesia, que venía a ocupar parte de la iglesia y convento actuales de los PP. Capuchinos. A l lado izqu ierdo de dicha iglesia estaba la capilla de M. P. Jesús Nazareno. El palacio del B uqu e de Lerma venía a caer, p o co más o menos, en la actual calle del Duque de M edinaceli. Seguidamente, hacia la calle del Prado, existían algunas casas también de su pertenencia, las cuales fueron ofrecidas a los Capuchinos para la fundación, terreno su ficiente para edificar iglesia y convento, y juntamente quedaba en la parte de atrás sobrado espacio para tener huerta. Mientras tanto su morada debía ser el p rop io palacio del Duque. A él, después de hechos los arreglos imprescindibles y acomodadas las salas para oficinas propias de un convento, se trasladaron los religiosos en la tarde del 2 d e febrero de 16 10 , fiesta de la Purificación. En la pequeña iglesia o capilla se d ijo al día siguiente M isa, que «se celebró cantada a nuestro m o d o » y quedó desde entonces reservado el San tísimo ( 8 ). Pero aquello no era al fin de cuentas sino otra residencia provisio nal. Forzosamente había que pensar en una casa más a propósito para la vida conventual, más ^acomodada al vivir de los religiosos. A sí lo comprendía el P. Policio, quien, viendo al de Lerma ocupado en asuntos de más monta, concernientes al gobierno de la nación, con prudencia y hum ilde cortesía le d ió a entender sus deseos de que se activase la construcción del convento definitivo. N o en vano iba pasando (8) F . d e G r a n a d a , o . c., p. 2 1.— A . d e G r a n a d a , ms. c., p. 15 ,
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