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NUEVOS INTENTOS DE FUNDACIÓN EN CASTILLA 39 L oren zo de Brindis que, en su calidad de embajador, iba a estar en contacto frecuente con Felipe III. Y n o dudamos que, gracias a sus gestiones, se pudo dar este segundo paso, tan decisivo com o el primero. San L oren zo se valió para ello de la reina, que tenía form ado del Santo un alto con cep to, com o lo manifiestan las cartas que luego de su partida de M adrid escribió a varios personajes ( 16 ). Pero el rey, antes de decidirse, consultó este asunto con su con fesor, el dom inico P. Luis de Aliaga. Este, algo prevenido al principio con la noticia de que los Capuchinos habían fundado en M u rcia sin permiso de S. M ., no quiso de m om ento dar su consentim iento; pero, enterado luego de ía falsedad, se inclinó a favor de la fundación ( 17 ). Tam b ién aquí el P. P olicio se valió de su mucha diplomacia para lograr esa decisión del con fesor, «en que ha tenido también que trabajar y en que poner cu idado y medios, de manera que salió com o deseaba» ( 18 ). Sin embargo seguían las contradicciones, pero seguían también las gestiones de San L oren zo cerca de la reina; tanto que en cierta oca­ sión, encontrándose San L orenzo reunido con los reyes «la reina su­ p licó (al rey), presente el P. Brindis, por amor de ella y de dicho Padre, nos diese licencia para fundar, y el rey respondió con volun ­ tad mas sin declararse, y a cabo de pocos días, estando otra vez juntos los tres, d ijo la reina al P. Brindis: «Y a tienen su fundación cierto, pero agradézcanlo a Vuestra Paternidad, que, si no fuera por él, no se les diera», y el rey a esto se sonrió, com o aprobando lo que la reina había d icho, y él les besó las manos a todos dos con m u ch o agradeci­ miento y cortesías; y, según se colige por lo que pareció después, el intervalo en no declararse S. M . la primera vez que la reina se lo suplicó, fué que había rem itido la consulta del C onsejo al con fe­ sor» (. 19 ). N o faltan historiadores que, al tratar de la fundación de los Capu­ chinos en la Corte, atribuyen la decisión del rey a los sucesos d e A le ­ mania y han querido seguir, al parecer, lo que G il González Dávila consigna en una de sus obras: «L a causa de fundarse éste y otros conventos de esta R eligión en Castilla fué porque en estos tiempos (16) Entre las varias cartas que la Reina dirigió al embajador en Rom a y en las que habla de San Lorenzo de Brindis con gran encomio, citaremos la del 24 de no­ viembre, en que dice: «Aquí se ha hallado estos días F r. Lorenzo de B rin d is... y ha dado tanta demostración de su mucha religión y virtud, que me ha edificado y dejado con mucha satisfacción.» Asim ismo el R ey escribía al propio embajador con fecha 14 del m ismo mes, anunciándole se volvía a Rom a, y añadía: «Seré muy servido en que le honréis y hagáis el buen acogimiento que merece su mucha vir­ tud y santo celo, y que procuréis que S u Beatitud haga lo mismo y le oiga muy gratamente.» (Simancas, Estado, L eg. 992.) (17) F é lix de G r an ada , o . c .,p. 16, y P. A g u st ín d e G r anada , m s. c., p. 10. (1 8 ) L u c e n a , carta citada, en P. A jo f r ín , o. c., p. 572. (19) Ibid.

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