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AUREOLA DE SANTIDAD 425 gloria de su oratoria y de su celo, puesto de manifiesto en los miles de sermones que predicó durante cuarenta años, llamado «varón apos­ tólico», anunciador de la verdad sin disimulo y sin lisonja, unió la de ser aclamado «santo» por todos en su muerte; sus reliquias se guarda­ ron con gran veneración y su cuerpo se conservaba entero después de muchos años. De él se hicieron muchos cuadros y retratos, y uno de ellos, de gran tamaño, se conservaba en la iglesia de S. Antonio del Prado ( 39 ). A todos los citados tenemos que añadir los nombres del V . P. An­ tonio de Oviedo, muerto por los indios gorgonas en aras de su celo en 1 6 5 1 , en la misión del Darién, y del V . P. Serafín da León, llama­ do con sobrada razón el apóstol de Sierra Leona, muerto en 1657 en Cacheo (Guinea) en olor de santidad. Uno y otro fueron tenidos siem­ pre en la Provincia y honrados con el título de Venerables, y estamos seguros de que, si en nuestro siglo o en el pasado hubiesen fallecido, se hubiese llevado a cabo el proceso de beatificación y hoy los veríamos en los altares. Cerramos este capítulo, último de nuestra historia en el siglo X V I L con estas alabanzas del primer cronista de la Provincia, P. Félix de G ra­ nada. quien a su vez cierra la lista de religiosos ilustres de que hace mención en sus Anales, con las siguientes palabras: «De otros muchos Padres y Hermanos, antiguos y modernos, hace memoria esta Provin­ cia, que, si se hubieran de traer aauí, era salir del intento y divertir­ nos de lo que nos está esperando. Basta saber que en sus vidas y ejem­ plos de todos y en el lustre de santidad con que se mantiene, se cono­ ce el fervor con que se fundó y el espíritu con que la ayudaron los Pa­ dres que fueron sucediendo» ( 40 ).. ( 39 ) J A . A lv a r e z y B aena, o. c., t. III, M adrid, 1790, pp. 50-52. Crf, tam­ bién cuanto arriba hemos dicho sobre este ilustre predicador. (40) F é lix d e G ran ada, Anales, o . c., p. 78.

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