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4 ? 4 LA PROVINCIA DE F F. MM . CAPUCHINOS DE CASTILLA de modo principal e! ejercicio de la oración y mortificación. También murió con fama de santidad y en su vida sucedieron varios prodigios, al decir del P. Anguiano, que 1c conoció y trató en la intimidad ( 34 ). No menos fervoroso fué su compatriota el P. Angel de Madrid, incansable misionero en muchos pueblos y ciudades de Castilla y más tarde evangélico operario en las regiones africanas de Guinea y Sierra Leona. T a l crédito de virtud gozó, que al fallecer en Lisboa en 1684 , fué enterrado en la iglesia del Hospicio que los Capuchinos franceses tenían entonces en la capital portuguesa ( 35 ). De muy distinto espíritu, de vida retirada y escondida, aunque descendiente de noble alcurnia, amante del silencio v de la oración, sumamente pobre, ejemplo viviente de virtudes, fué el P. Antonio de Vitoria ím. 1687 ), quien pasó cincuenta años en la religión, siendo siempre «de ejemplar virtud y vida». Su cuerpo se conservó entero e incorrupto por muchos años y al contacto de sus reliquias sucedie- ton algunos hechos prodigiosos ( 36 ). A la gloria de sus virtudes juntó la del martirio el P. Miguel de Madrid (m. 1689 ), que, llevado de su celo por la salvación de las almas, estuvo primero en la misión del Darién, pasando luego a la de Lo s L la ­ nos de Caracas. Después de fundar la población de San Juan Bautista de Duaca, murió allí envenenado por una india ( 37 ). E n esos mismos años y con el mismo nombre vivió un hermano lego. F r. M igu el d e Madrid, fallecido nueve años después (i. 6 q 8 ), ha­ biendo pasado en la religión treinta y cinco. E l trabajo material en la carpintería o en la portería y la vida interior fueron sus dos continuas ocupaciones, distinguiéndose igualmente en la obediencia, pobreza, hu­ mildad v rigidez de vida, !o mismo aue por su caridad para con los pobres. Su vida entera estuvo llena de hechos no sólo prodigiosos, sino verdaderamente milagrosos, que nos refiere el P. Anguiano, testigo, compañero suvo v conocedor de sus virtudes. Gozó de frecuentes éx­ tasis v arrobamientos y conoció con antelación el día de su muerte ( 38 ). Terminamos esta enumeración con el glorioso nombre del P. José de Madrid (m. 1709 ), del que hemos hablado anteriormente, y que a la (34) A ngtjiano , o . e., pp. 211-216.— J. A ntonio A . y B aena . Hijos de Ma­ drid, etc., t. II, M adrid. 1790, p. ¿29. (35) Anguiano, Segunda parte de las Crónicas, etc., ms. 18.178 de !a B. N., ya citado, ff. 226 ss. (36) A nguiano , Paraíso en el desierto, o. c., pp. 208-211. —Libre de entierros de este Combento de Capuchinos de Santa Leocadia desta Cuidad de Toledo, ms. f. 3 (A P C , 46/00002). ( 37 ) Baltasar de Loades, O. F. M. Cap., Los Franciscanos Capuchinos en Venezuela, 2 .a ed., t. I, Caracas, 1929 , p. 143 .—Andrés de Lisboa, O. F. M. Cap., Epítome historial de las grandezas de la Seraphica Religión de los Menores Qipit- puchinos, Madrid 1754 , p. 40 . (■38) A nguiano , Paraíso en el desierto, o. c., pp. 227-234.— J. A . A lvarez y B aena , Hijos de Madrid, etc., o, c.. t. IV , M adrid, 1791.

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