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4¿0 LA PROVINCIA DE F F. MM . CAPUCHINOS DE CASTILLA mismo tiempo la investidura de Grandes de España, como se despren­ de de las muchas relaciones que existen sobre ello ( 1 7 ). jÑí fueron tampoco menores las muestras de admiración y afecto por paite de los reyes, singularmente de Felipe 111 y de su consorte la rema Margarita ( 18 ); de Felipe IV y de su mujer Isabel de Borbón, al levantarnos el convenio de L a Paciencia y asimismo concedernos lue­ go el Real de Santa Leocadia de Toledo. A ese afecto añadamos el de los Cardenales Bernardo de Sandoval y Rojas y de su sobrino Baltasar Moscoso y Sandoval; el primero, ce­ diendo su cigarral de Toledo a Jos Capuchinos en 1 6 x 1 y acomodando a su costa la casa para convento, etc., y el segundo, fundándoles el con­ vento de Jaén primero y luego dándoles en Toledo la iglesia de Santa Leocadia, y haciendo uno y otro continuas protestas de «la devoción particular que tenemos a la santa religión de San Francisco de Ca­ puchinos Descalzos». 4 . Esa misma espiritualidad y perfección la enseñaron luego en sus libros, según ya hemos expuesto al tratar de la observancia regular y de la espiritualidad en la Provincia. J Y más que todo la enseñaron con su vida práctica y real. Pero por desgracia, y tratando concretamente de los religiosos que se dis­ tinguieron en aquel siglo X V I I por sus virtudes heroicas y por su san­ tidad, hay que repetir una vez más lo que escribe el biógrafo del Pa­ dre Manuel de Jaén: « La sagrada Religión de Padres Capuchinos, que desde su primer origen ha procurado con demasiado tesón ocultar sus glorias y no dar a conocer sus ilustres hijos que han florecido en santidad y letras, continúa en el día con el mismo empeño» ( 19 ). A lo que por su cuenta añade el P. Francisco de A jo frín : «Si en todas '.as Provincias gobierna este espíritu, llámese de humildad, en ésta de las dos Castillas aun vive más radicado.» Y para probarlo, cita el caso, sucedido en Segovia, de un hermano lego (¿ F r. G il de Guadalajara?), muerto allí con gran fama de santidad, pero que luego mandaron los prelados se quemase cuanto se había escrito de su vida, virtudes y milagros ( 20 ). Y por cierto que no ha sido y es pequeña desgracia esa de que poco o nada se haya escrito sobre el particular, pues resulta difícil, por no (17) Cfr. P obladura , Los Generales de la Orden Capuchina Grandes de Es­ paña de Primera Clase, en Collectanea Franciscana, XIII (1943), pp. 253-302. (18) Cfr. la obra del P. A nguiano , Paraíso en el desierto, o . o,, en ■cuyas pá­ ginas se encuentran a cada paso muestras inequívocas d e esa estima. (19) Cfr. Instrucción Utilísima y fácil para confesar, etc., por el P. Manuel de J aén , O. F. M . Cap., Madrid, 1820, p. 3, «Noticia de la ejemplar vida del V. S. de Dios Fr. Manuel de Jaén, Capuchino y Misionero Apostólico.» (20) F rancisco de A jofrín , O. F. M. Cap., Traducción del Apéndice de los Anales de la Orden, Tomo séptimo.—Ms. 12.913 de la B. N., prólogo.

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