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AUREOLA DE SANTIDAD * 419 nos «sirviendo de gran consuelo, alivio y aumento espiritual con la mucha frecuencia de los santos Sacramentos, sermones y otras obras y oraciones» ( 14 ). A lo que añadía la propia villa: «Con su predica­ ción, enseñanza y ejemplo han cesado las discordias que había entre los vecinos de la villa y sus aldeas, y es sin comparación mucho ma­ yor que fué en lo pasado la frecuencia de Sacramentos y los otros ejer­ cicios cristianos» ( 1 5 ). Esos testimonios que pudiéramos multiplicar, nos prueban por una parte el celo que animaba a aquellos religiosos, lo bien que era recibi­ da su predicación, y por otra nos demuestra que su vida ejemplar y pe­ nitente, dada a la oración, apartada del mundo, era el secreto de la opi­ nión en que eran tenidos; la que hacía fuesen solicitados para llevar a cabo las fundaciones numerosas que se hicieron y otras muchas, tres veces más que las efectuadas, que no pudieron realizarse. 3 . Prueba, además, de esa veneración por parte del pueblo es el siguiente testimonio que el Secretario de Visita del P. General, Ber- nardino de Arezzo, consignaba en su diario en 1 Ó 9 2 : «Son los espa­ ñoles muy devotos de N . P. San Francisco: tanto que los Capuchinos se ven obligados con frecuencia a pararse en las calles a instancias de hombres, mujeres y aun damas en coche, que quieren besar su hábito. Cualquiera persona que encontrábamos por las calles, aunque fuera de elevada posición, inmediatamente se retiraba— si era mujer con reve­ rente inclinación, y si era varón, con el sombrero en la mano— a la parte más sucia, dejándonos a nosotros la parte más limpia. Y , si en alguna bocacalle tropezábamos con algún coche, el cochero, apenas nos veía, paraba los caballos y no se movía mientras no hubiéramos pasa­ do. L o mismo hacen con todos los Capuchinos» ( 16 ). Además, a esa aclamación popular se unía también la de la noble­ za. No hay para qué repetir las muchas muestras que de ese afecto die­ ron los Duques de Lerma, casa unida más tarde a la de Medinaceli, al construir por su cuenta el convento de San Antonio; la Duquesa de Terranova, al levantar el de Alcalá de Henares; la Duquesa del Infan­ tado, el de Jadraque; los Marqueses de Povar, el de Cubas; D . E n ­ rique Pimentel, el primitivo de Valladolid, etc. Y ese afecto de la no­ bleza se poma sobre todo de manifiesto cuando los Generales de la Orden venían a la corte e iban a besar la mano al Rey, recibiendo al ( 14 ) Testimonio del clero de Laguardia sobre que la fundación del convento de Capuchinos no perjudica los derechos parroquiales (12 de noviembre de 1660 ) (APC, 25 / 00042 ). ( 15 ) Petición al Consejo hecha por la villa para lograr la fundación (sin año) (APC, 25 / 00076 ). ( 16 ) Cfr. Pobladura, Los Frailes Menores Capuchinos en Castilla, o. c., p. 148 .

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