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394 LA PROVINCIA Dli FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA den ( 14 ). Al decir de! P. Anguiano, fué el primer novicio de coro que tuvo la Provincia de Castilla, profesando en el convento de San Antonio, pasando luego al de El Pardo, donde hizo sus estudios, y, acabado el curso de siete años de Artes y Teología, fué instituido pre­ dicador, comenzando pronto sus éxitos apostólicos. Ocupóle asimismo la Provincia, por sus letras y virtudes, en varias prelacias ( 1 5 ). Fué Guardián de Toro ( 1662 ), Cubas ( 1628 ), Salamanca ( 1628 ), San An­ tonio ( 1630 , 1638 ), Valladolid ( 1 6 3 1 ), Toledo ( 1634 ), El Pardo ( 1638 ); fué también Definidor provincial durante casi diez años ( 1628 - 1638 ) y, por fin, Ministro provincial ( 1639 ). «En todas fué ejemplo de pre­ lados y de súbditos; porque ninguno más puntual en la observancia regular, ni más celoso de ella; ninguno más rendido de la obediencia, más pobre, humilde y retirado de criaturas, ni más continuo en la oración y austeridad de vida; y, sobre todo, fué extremado en la ca­ ridad y amor de Dios y de los prójimos» ( 16 ). Cuando contaba nada menos que sesenta años de edad, se embar­ caba rumbo a' las misiones africanas de Guinea, juntamente con otros Capuchinos andaluces y castellanos, a fines de 1646 , llegando aún antes de terminar el año al primer puerto, Alé, donde, con otros tres religiosos, se dedicó con todas veras a la conversión de aquellas gen­ tes y asimismo a la asistencia de los cristianos en Dencallor, Lama- baya, Joala y en las tierras del gran Jalofo. Allí estuvieron durante seis meses y, cuando ya comenzaban a recoger el fruto de sus tra­ bajos y predicación, tuvieron que abandonar aquellas tierras, pues los portugueses, tanto los eclesiásticos como las autoridades civiles, impi­ dieron siguiesen adelante, lo que también hicieron con los otros re­ ligiosos que habían trabajado en ese mismo, tiempo en la región del Gambia ( 1 7 ). Pero quien más culpa tuvo en eso y en el fracaso de la misión íué el Visitador o Canónigo Vicario, Sede vacante, quien prohibió, bajo pena de excomunión, el comercio entre castellanos y portugue­ ses y, lo que es más todavía, que recibiesen los Sacramentos de los religiosos, diciendo eran espías que iban a reducir a los portugueses a! servicio del rey de España, como lo habían hecho ya en el Congo ( 18 ). (14) Cfr. A n t o n io d e A lic a n t e , O .- F . M . Cap., Primera parte de los Chro- nicas... de la Prciinría de Valencia, Ms. c., p. 135 - 6 . (15) M a t e o d e A n g u ia n o , Paraíso en el desierto, o. c., p. 187. (16) Ibíd. - (17) Carta del P. Francisco de Vallecas (Guinea, 7 de diciembre de 1646) (Ms. 3 .8 1 8 , fí. 1 2 0 -2 2 ). Aunque no lleva firma y además etsá incompleta, se ve por el contexto que es del mencionado Padre, ya que al nombrar los religiosos que quedaron en Arrecife, dice que fueron «el P. Fr. Serafín de León, el P. Fr. Die­ go de Guadaícanal, un religioso lego (Fr. Alonso de Vélez) y yo», constándonos por otros documentos que el cuarto fué precisamente el P. Valiecas. ( 18 ) Ibíd.

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