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384 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA viña de aquel día con la de San Mateo... y dijo de esta suerte: «Dos viñas tenemos hoy opuestas entre sí, aunque hermanadas para una bue­ na enseñanza. La una se pierde porque cuidan de ella sólo los criados sin el amo; la otra fructifica y aprovecha porque cuida de ella el amo sin los criados; y como parece necesario se pierda la que administran criados sin amo, así es infalible que se restaure y conserve la viña de la que empieza a cuidar el amo sin los criados.» Y así prosiguió su ser­ món diciendo otras mil razones ( 8 ). Nada tiene de extraño ese entrometerse en política en aquellos tiempos aun desde el púlpito: parece se tomaba entonces como un de­ ber, lo mismo el alabar que el reprender. Y desde luego queremos ha­ cer notar sobre todo en el P. Ocaña esa libertad de reprensión al mis­ mo tiempo que la fogosidad de su oratoria, que aun supo conservar has­ ta el fin de sus días, hacia 1654 . 2 . Representante de otra oratoria más florida, más llena de poe­ sía, de imágenes vivas y de vivo colorido, fué el P. Miguel de Lima, posterior al P. Ocaña casi medio siglo. No sabemos concretamente cuándo haya obtenido el título de Predicador de S. M .; lo tenía ya, desde luego, antes del 30 de marzo de 1689 ( 9 ). De todos modos, no obstante que por desgracia no nos haya quedado de él ningún sermón impreso, ya entonces había obtenido en el púlpito éxitos muy resonan­ tes. Tanto que el P. Torrecilla, que le conoció personalmente, le tri­ buta los más encomiásticos elogios. Como prueba de sus cualidades ora­ torias excepcionales, no sólo fué Predicador de Carlos II, sino que, yendo a Roma al Capítulo general de 1698 en calidad de Custodio de Castilla, el Emperador Leopoldo, por medio de su embajador, le in­ vitó a pasar a Viena, pues ardientemente deseaba oírle. Así lo hizo, pre­ dicando ante S. M. Cesárea hasta dieciocho sermones. Tan de! agrado fueron del Emperador y de toda la nobleza, que no son para dichas las alabanzas que le tributaron y asimismo los valiosos regalos que le hi­ cieron de imágenes, reliquias, etc., todas ellas con sendas dedicatorias en latín, en ias que se exaltaba sobremanera su elocuencia ( 10 ). De vuelta de Viena tuvo que detenerse en Bruselas para predicar asimismo ante el Elector Duque de Baviera, que quiso también escú­ chale, llevado a su vez de la fama de su oratoria ( 1 1 ). Aparte de eso fueron muchos los sermones que predicó, «así a la Majestad de nues­ tro Católico Monarca, como a diversos Consejos y en otros autorizados ( 8 ) Memorial histórico, t. XVTI, carta del 1 de febrero de 1643 , pp. 4 - 5 . ( 9 ) En !a aprobación dada en esa fecha a ¡á Cuarta pane de las Crónicas, tra­ ducidas por el P. José de Madrid, ya se firma Predicador de S. M. ( 10 ) Antes de la guerra teníamos en nuestro poder copia de esas dedicatorias, que nos desaparecieron én aquella revuelta. (11) T o r r e c i l la , Apologema, o. c ., p. 188.

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