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PREDICADORES MAS DISTINGUIDOS 383 Al siguiente año celebra el Consejo de Portugal una gran fiesta el 24 de octubre en el Hospital de los Portugueses. Allí asiste y celebra de Pontifical el Obispo de Mérida. El predicador elegido para tan so lemne acto es el P. Ocaña, quien, al decir del cronista, «predicó un muy grande sermón» ( 4 ). El P. Ocaña representa, a nuestro modo de ver, a la oratoria fogo sa, pero que a! mismo tiempo sabe decir con libertad y valentía la verdad aun a los más altos personajes. En efecto: el Conde-Duque se decide a pasar en santo recogimien to la Semana Santa de 1637 «para entender con más atención a las co sas del espíritu». Para ello escoge el cuarto real, que daba al templo de San Jerónimo, cuyas paredes eran casi medianeras con las del Pala cio del Buen Retiro. Para predicar esos días en dicha iglesia fueron escogidos los mejores predicadores de la corte; entre ellos se contaba el P. Ocaña. A los sermones acude gran concurso de gente, pero por desgracia no todos los predicadores están a la altura de su ministerio, de lo que se siguieron incluso algunos escándalos, porque no todos predicaron a Jesús Crucificado, sino que quisieron «acreditarse de elo cuentes en retórica muy profana». El P. Ocaña en esta ocasión, y aun a las mismas barbas del Conde-Duque, se atrevió a declamar fuerte mente y con valentía «contra el papel sellado y tanto tributo, ponde rando que todo ello sería aún de llevarse, si se emplease en defensa del reino; pero que no era de sufrir que se gastase en impertinencias V fábricas inútiles». La inmediata fué, como va se deja suponer, el que e! P. Ocaña saliese desterrado de la corte ( 5 ). Poco debió de durar su destierro. Y desde luego podemos afirmar que ni aun por eso dejó de predicar con entera libertad. Así en la Cua resma de 1642 los predicadores, en sus sermones ante Felipe IV, ha bían dicho cosas muv buenas; ñero entre ellos se distinguió el P. Oca- ña, hablando «con demasiada libertad: que estas cosas es bien decir- lar cuando es necesario y el modo las debe suavificar» ( 6 ). Y que así lo hacía efectivamente el P. Ocaña nos lo dicen bien claro estas pala bras de Felipe IV, quien, en sabiendo predicaba aouél, solía decir: «Vamos a oír cuatro verdades dichas con cortesía.» ( 7 ). Célebre también fué el sermón que predicó en Septuagésima de 164 3 , en Ia canilla de Palacio, a raíz de la caída del Conde-Duque de Olivares. «Todo el sermón fué contra el Sr. Conde-Duque, confir mando a! Rey en su determinación. Desde luego entró careando la ( 4 ) V . R. V i l l a r , Sucesos de la Monarquía de 1636 y 1637 , Madrid, 1886 , p. 60 . (5) Ibid., p. 127. —F.ntre las nuevas habidas en Madrid a 18 de abril de 1637, una era que el F. Ocaña había salido desterrado (Cfr. Ms. 18447, de la B. N ., ff. 5 8 -6 0 ). (6) Memorial histórico, t. X V I, carta del 1 de abril de 1642, p. 308. (7) A n g u ia n o , Paraíso en el desierto, o. c., p. 59.
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