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37« LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA vieron siempre un valor decisivo: bastaba fuesen de él para aprobarlos y seguirlos, sin atender a más razones, como ya hemos hecho notar en anteriores capítulos ( 30 ). Preciosos datos hubiéramos encontrado tam­ bién para seguirle en sus gestiones poh'ticas y diplomáticas, en el tomo de a folio que aun se conservaba en 1 7 1 3 en la biblioteca de San An­ tonio del Prado y que contenía «varias epístolas escritas a diferentes reyes y príncipes de aquellos tiempos sobre varias materias que se ofre­ cieron, en las cuales se manifiesta la alteza de su ingenio, su profunda comprensión y su rara prudencia para tratar con acierto muchos y gra­ vísimos negocie^ que le fiaron el César y nuestro Católico Monarca D. Felipe IV, de quienes fué muy amado y estimado siempre» ( 3 1 ). El cronista de Castilla, al tejer la biografía del P. Quiroga, trata por otra parte de mostrarnos con multitud de hechos, que no podemos re­ ferir por no alargarnos demasiado, su actividad diplomática en Alema­ nia hasta la muerte de la emperatriz María de Austria en 1646 ( 32 ). Durante esa larga estancia en Viena conoció y trató muy íntima­ mente al limo. D. Fr. Juan de Caramuel, Obispo de Satrián, quien fué luego uno de sus mejores panegiristas en sus escritos. El es quien le llama «sutilísimo, doctísimo, ingeniosísimo», y, aunque confiesa no ha­ ber escrito nada, añade que «en Filosofía tenía muchas cosas escogidas con excelencia y en Teología muchas cosas de gran momento... En política fué sumo: que toda su vida había estado ocupado y tratado ne­ gocios públicos» ( 33 ). En Viena siguió después de la muerte de !a emperatriz, ocupado asimismo en iguales asuntos. Pero debieron ser tales ios créditos al­ canzados ante Felipe IV, que, aun estando allí, el 4 de junio de 1648 , le nombraba Confesor de su hija la Infanta María Teresa ( 34 ). Cuan­ do Mariana de Austria se dirigía a España a contraer matrimonio con su tío Felipe IV, el P. Quiroga vino formando parte de la comitiva; mas, al llegar a Yepes, le dió una fuerte calentura, que todavía le per­ mitió ¡legar a Madrid, aunque muy enfermo, el 6 de octubre de 1649 , a las cinco de la tarde; el 9 , sábado, se le agravó la enfermedad, reci- ( 30 ) Pueden consultarse sobre ello los muchos documentos existentes en Siman­ cas. Estado. Legs. 2332 , 2333 , 2334 , 2335 , 2343 , 2345 , 2346 .—Cfr. también Corres­ pondence de ¡a Cour d’Espagne sur les affaires des Pays-Bas au XV II siècle, etc., Bru­ xelles, 1927 , t. II, pp. 635 , 644 - 45 , 647 , 648 , 670 , donde se citan varias cartas del P. Quiroga. ( 31 ) A n g u ia n o, Paraíso en el desierto, o. c., p. 236 . ( 32 ) M o n z ó n , Erario divino, ms. c., pp. 429 - 436 . No parece sea debida esta reseña biográfica al P. Monzón, a juzgar al menos por la letra; de todos modos se ve que quien la escribió estaba muy enterado de todo por les muchos porme­ nores que en ella consigna. ( 33 ) J- C aram u el, Theologia moralis fundamentalis, Lugduni, 1657 , p. 325 .— Bullarium, V, p. 365 . ( 34 ) Archivo del Palacio N. de Madrid.—Personal.—Cargos. Q- 3 .

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