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C onfeso res d e reyes 375 vos socorros para Alemania, o al menos que no retirase los que allí había ( 17 ). Mientras el P. Casal se encuentra en Madrid gestionando sus asun­ tos, las cosas de Alemania empeoran y se ve obligado a enviar al P. Qui- roga con cartas para el emperador y el duque Maximiliano, a fin de que los ponga al corriente de lo que había conseguido ya en Madrid. En esa ocasión hizo del P. Quiroga grandes elogios, diciendo al em- peradot Je escuchase como si fuera él mismo, sin desconfanza alguna, pues era religioso de grandes cualidades, sólo amante del verdadero bien de la religión, como podría decir el de Oñate, embajador de Es­ paña en Viena¿ que le conocía. Y en la carta al duque Maximiliano añadía: «Es hombre de gran talento y la mejor cabeza conocida; es español de nación, pero un verdadero israelita de corazón; habla el francés y sabe todos los secretos de la corte, donde es estimadísimo de los principales ministros; no digo sino que V. A. puede creerle y con­ fiar como a mí mismo» ( 18 ). Poco después, el P. Jacinto se ve obliga­ do por las circunstancias a marchar a Alemania, mientras deja en Ma­ drid al P. Quiroga encargado de ultimar sus asuntos ( 19 ). Meses después, por diciembre de 16 2 2 , era elegido Ministro Pro­ vincial de Castilla, siguiendo en dicho cargo hasta el 18 de mayo de 16 2 7 ( 2 0 ). Esos años fueron prósperos en acontecimientos, en los que el P. Quiroga tuvo parte muy principal. En marzo de 1623 entraba de incógnito en Madrid el Príncipe de Gales. Sus intentos eran merecer la mano de la Infanta María de Aus­ tria, hija de Felipe III. El mayor obstáculo que hubo para el casamien­ to fué, sin duda alguna, el ser protestante. Se tuvieron varias juntas de teólogos, en las que se discutió lo que debía hacerse. Sobre todo fué muy señalada la del 26 de mayo, en la que se reunieron hasta cua­ renta teólogos; entre ellos se encontraba también el Provincial de Ca­ puchinos, P. Diego de Quiroga. Todos ellos debían dar su parecer por escrito; el P. Quiroga dió el suyo, pero contrario en un todo al casa­ miento ( 2 1 ). Como último recurso se intentó también su conversión, y para ello se determinó que algunos teólogos tuviesen con el Príncipe algunas conferencias sobre religión. Fueron escogidos el confesor del rey y el P. Quiroga, al que luego se juntaron también los PP. Pedro de Barbas­ te) Ibid. ( 18 ) V. da L a g o s a n to , o. c., pp. 228 - 29 . ( 19 ) Ibid. ( 20 ) ED , o. c., pp. 10 - 12 . ( 21 ) G G. D á v ila , Teatro eclesiástico de las iglesias metropolitanas y catedrales de los reinos de las dos Castillas , t. I, Madrid, 1645 , pp. 119 - 121 , pone los nombres de cuantos asistieron a dicha Junta en el Palacio Real, en la gran sala donde los íeinos de Castilla celebren sus autos, y entre ellos pone también al P. Quiroga.— Cfr. asimismo T o r r e c i l l a , Apologema, o. c., p. 296 .

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