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RELIGIOSOS INSIGNES 371 toria obtenida por las armas españolas de haber tomado en el mes de julio la plaza de la Mámora. Le falta tiempo para escribir a su her­ mano, D. Sebastián de Tobar, una carta fechada en Granada el 9 de septiembre, en la que le pide interponga su valimiento ante el rey para que a la nueva plaza conquistada a los moros, se le cambie el nombre por el de San Miguel y se encomiende al santo Arcángel su custodia para que no vuelva a caer en manos de los enemigos. No se hizo de momento, pero más tarde el propio hermano del P. Severo lo volverá a pedir a Felipe IV, quien así lo mandó el 15 de junio de 1643 , como también el que los ejércitos y armas de S. M. Católica se pusiesen bajo la protección de! glorioso San Miguel, según la insinuaba también el P. Severo en la mencionada carta ( 43 ). No se contentó con propagar y extender la Orden por Andalucía; trabajó también cuanto pudo por conseguir que Castilla fuese erigida en Provincia, lo que le acarreó no pocos sufrimientos. Ya hemos hecho notar lo poco condescendiente que estuvo el P. General, Pablo de Ce- sena, con los deseos de los castellanos en ese punto; pero sobre todo se mostró muy desabrido «y en particular atropelló al P. Fr. Severo de Lucena al despedirse con un andate via... tan riguroso que cerró las puertas a la confianza de muchos para no verle más la cara» ( 44 ). Si quisiéramos detenernos en la narración de sus virtudes y de los dones y favores que el cielo le otorgó, forzoso nos sería alargarnos demasido; lo resumimos, así como su vida, en las siguientes palabras con las que el hermano del P. Severo hacía su apología ante el rey, di­ ciendo que fué «fundador de su Orden en estos reinos de Castilla y Andalucía; religioso de suma aprobación, muy observante en las obli­ gaciones de su estado, con admirable rendimiento de la voluntad; en !a& fatigas, refugio alegre y de consuelo para los afligidos; piadosísi­ mo y suave edificador de los ánimos que le consultaron; ejemplar san­ tamente envidiado de los Padres superiores y súbditos de su Religión, a quien asistió y gobernó; aplaudido también en las estimaciones de ( 43 ) Cfr. N ic o la u s a C o r d o b a , Brevis notitia, o. c., pp. 62 - 68 , donde repro­ duce la carta del P. Severo, el memorial de su hermano y el decreto de! rey. No obstante que se ha escrito que no se cambió el nombre de Mámora por el de San Miguel de Ultramar hasta el Consejo de Guerra de 2 de octubre de 1664 (Cfr.: «Me­ morial al rey Felipe IV de D. Sebastián de Tobar, en que, apoyado en lo que ha­ bía anunciado su hermano el V. S. de Dios Fr. Severo de Tobar, de cuya vida y muerte incluye una relación, pide que a la plaza de Mámora se le ponga el nom­ bre de San Miguel, dedicándose a este santo; lo que se verificó a consulta del Consejo de Guerra de 2 de octubre de 1664 .»), sin embargo podemos asegurar, por muchos documentos, que ya se le llamaba San Miguel de Ultramar al menos des­ de 1645 . Con ese nombre será conocida luego dicha plaza en la historia y así se hace constar en los documentos oficiales. Con ella está íntimamente ligada la historia de ¡a imagen de Jesús Nazareno, que hoy veneramos los Capuchinos en nuestra iglesia de Madrid. ( 44 ) F. d e G r a n a d a , o. c., p. 46 .

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