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RELIGIOSOS INSIGNES 365 Presidente de aquella fundación, de la que se había tomado posesión el 24 de junio del mismo año. Mas, al llegar el invierno, como los fríos le fuesen muy perjudiciales para la vista, que tenía en extremo delicada, fué destinado al convento de Antequera. El cargo de Pre sidente fué el único que desempeñó en Castilla; mas en Valencia había sido elegido Definidor en 1609 y lo era aún cuando marchó a Madrid a la nueva fundación ( 2 2 ). El P. Alicante, que le conoció personalmente, y el P. Juan de Mon zón, que recogió las noticias que se habían conservado frescas en la memoria de los que con el P. Francisco de Sevilla habían convivido, se extienden largamente en hacer resaltar las virtudes en que se dis tinguió, y sobre todo enaltecen sus dotes oratorias y los éxitos alcan zados en sus predicaciones. «Dióle también naturaleza las suyas, dán dole tedas las partes naturales que se requieren en un predicador; dióle un aspecto grave, modesto, apacible, que le hacía venerable; su rostro mortificado, pálido y macilento, que parecía el suyo más de difunto que de hombre vivo; su barba cana y larga, su voz sonora como la de un clarín, muy entera, y, cuando quería atemorizar a los pecadores, parecía la trompeta del juicio la suya; su lenguaje fué claro, cuerdo y sin ninguna afectación» ( 2 3 ). A esa natural gracia y elocuencia juntaba «que sin afectar palabras, jas hallaba muy propias para lo que quería explicar; mucha prudencia, maduro juicio, razones fuertes y eficaces, y las acciones, que son la principal parte del sermón, muy propias y naturales, juntamente con una voz sana, clara, inteligible y sonora», a que añadía profundos co nocimientos de Teología y Sda. Escritura y asimismo ima extrordina- ria gracia de ponderación y de moción que se comunicaba al auditorio ya desde el principio ( 24 ). A eso hay que juntar su fervor y celo en pro de la salvación de laj almas, que le hizo alcanzar conversiones verdaderamente extraor dinarias, sobre todo, de pecadores de muchos años sin confesión y de mujeres de mal vivir. Llegó luego a instituir siete congregaciones o asociaciones de personas, que tenían por finalidad frecuentar los Sa cramentos, visitar hospitales y cárceles y reunir dotes para casar huér fanas y mujeres que se convertían. Los historiadores están concordes en afirmar que fué él quien in trodujo en el pùlpito la costumbre de decir al comienzo del sermón: «Sea alabado el Santísimo Sacramento». El «dió principio en Madrid y otras partes de Castilla y Andalucía y Valencia en sus sermones a hacer esta salutación, y comúnmente los predicadores dicen ahora en los púlpitos. Y aunque a los principios se reían de él cuando comenzó, (2 2 ) A l ic a n t e , m s. c., p. 125. (23) Ibid., p. 454. :24> Ibid. — C fr. tam bién P. M o n z ó n , m s. c., p. 292.
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