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362 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA cargo y que por circunstancias especiales no se vió hasta ese año libre de prelacias; pero, no obstante poseer muy bellas dotes de gobierno, también forzoso es confesar con amargura que en el desempeño de su cargo no fué tan desinteresado ni tan imparcial como fuera de de­ sear, sino, ai contrario, muy absoluto y sobradamente partidista. Por ello no faltaron disgustos entre los religiosos, disensiones y frecuentes quejas a los Superiores de la Orden, como ya hemos hecho notar (n ). Fué por otra parte el P. Serafín muy aferrado a su modo de pen­ sar y de ver las cosas, particularmente en cuestión de fundaciones, no ateniéndose en manera alguna al parecer de otros religiosos ni en cuan­ to a la elección de sitio ni. en cuanto al modo de edificar los conventos. Por eso desgraciadamente casi todos los levantados durante su man­ dato, tuvieron que ser luego reedificados y, lo que es aún peor, fué forzoso cambiar de sitio por resultar insano el primero. Además: nc puede alabarse en manera alguna su intolerante em­ peño en no permitir que el gobierno de Castilla pasase a manos de religiosos de la Custodia, sino que fuese gobernada por italianos, cuan­ do había en ella sujetos suficiemente capaces. Por eso tenemos que decir, aun con dolor, que en medio de sus virtu­ des y bellas cualidades, que somos los primeros en reconocer, fué so­ bradamente amigo de armar intrigas y de quedar luego bien con to­ dos, de congraciarse con los Superiores para justificarse a sí mismo, aun a costa de los demás. Todo ello ie acarreó, como no podía por menos, enemistades y despegos, y, aun por desgracia, desprecios de parte de los religiosos. El mismo Felipe III, su amigo y confidente antes, le retiró su gracia y amistad. Vivía ya desde 16 17 en el convento de San Antonio muy enfermo, sin decir misa, casi sin poder moverse, pero entregado de lleno a la oración; por la mañana se le llevaba al coro y allí se estaba la mayor parte del día. El Patriarca, D. Diego de Guzmán, enterado de su situación física y moral, Je persuadió marcharse de Castilla; el P. Serafín comprendió a su vez la conveniencia, y, con pretexto de tomar baños en Alicante y buscar clima más benigno, salió de la corte aun aparentemente con honra. El Patriarca le consiguió un coche de las reales caballerizas y que pudiese por despedida besar la mano al rey, quien «le hizo mer­ ced de una nobleza de mil ducados para que se le hiciese en nuestro convento de Alicante una celda» ( 1 2 ). Tomó allí los baños, que le sentaron tan bien, que pudo celebrar misa; pero, entrado el invierno, se halló nuevamente impedido, y sólo ayudado de muletas iba diariamente a la iglesia a oír misa y comulgar. (1 1 ) A . d e G r a n a d a , m s. c ., p . 16. ( 12 ) Ibid., p . 50 .— A l i c a n t e , m s. c ., p . 532 , — F . d e G r a n a d a , o . c ., p. 52 .

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