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36 i Vuelto a España en 1609 , tiene lugar en Valencia el segundo Capítu­ lo Provincial en el mes de mayo, en el que es reelegido el propio P. Serafín. Días después marcha a Madrid con intento de gestionar la fundación del primer convento en la corte ( 8 ). Ya hemos referido lo que trabajó en ello y asimismo lo que después hizo para llevar a cabo otras seis fundaciones, poniendo en juego su influencia y valimiento para alcanzar del rey y del duque de Lerma los necesarios permisos. El P. Policio fué por temperamento y por carácter grandemente emprendedor; no se paraba en dificultades ni le arredraban los con­ tratiempos, aunque viniesen de las más altas esferas; sabía por otra parte componérselas con envidiable destreza y buscar recomendaciones y aprovechar coyunturas hasta lograr su intento. Quizás le ayudase en ello su modo de ser, por todos reconocido como sagaz y diplomático. Aparte de esas bellas cualidades, que tanto le valieron, si quisié­ ramos tejer el panegírico de sus virtudes, no acertaríamos a escoger. Por eso preferimos citar la autoridad del P. Anguiano, de quien son estas alabanzas: «Su ejemplar vida era un espejo cristalino que ma­ nifestaba a propios y extraños la imagen de un perfecto fraile menor y verdadero imitador de N. P. S. Francisco. Su lecho fueron siempre dos desnudas tablas. Andaba sin sandalias, aun en el rigor del invierno. Ayunaba casi todo el año, y a solo pan y agua muchísimas veces, y en algunas Semanas Santas pasaba sin comida alguna. No usaba de la túnica que concede la Regla, por más que los hielos le atormentasen. Tejido de puntas de acero un cilicio, era su inmediata y continua cruz, a que añadía, sin compasión alguna de su débil y macerado cuerpo, sangrientas y dilatadísimas disciplinas. Su oración era continua, y pe­ regrina su paciencia y humildad» ( 9 ). Pero ya desde que los Capuchinos' se instalaron en la casa del du­ que de Lerma en 16 10 , comenzó el P. Policio a padecer de gota, en­ fermedad que le aquejó luego toda la vida. Es verdad que al principio no le impidió seguir con el cargo de Comisario y llevar a efecto las fundaciones de los conventos ni aun visitarlos; pero poco a poco el mal fué avanzando, hasta el punto de que le era forzoso guardar cama casi de continuo, y únicamente por carta podía gobernar los religiosos. Aun allí, en el retiro del convento y de su celda, era visitado de los Grandes de España, títulos y Prelados y también del mismo Felipe III que no se desdeñaba de sentarse en la esquina de su tarima y pasar allí largos ratos de conversación ( 10 ). El P. Policio estuvo gobernando Castilla hasta 1 6 1 7 . Cierto que, en vista de su enfermedad, presentó varias veces la renuncia de su (8) A l ic a n te , m s. c., p. 117. (9) M a t e o d e A n g u ia n o , O . F . M . C ap ., El Paraíso en el desierto..., o. c., pp. 4 3 -4 4 . (10) Ibid. — A lic a n t e , m s. c., p. 532.— A . d e G ra n a d a , m s. c., p. 42.

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