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OTRAS CLASES DE APOSTOLADO 345 dones puestas para llevarlas a cabo, casi invariablemente se solicitaban para que los fieles estuviesen debidamente atendidos en lo espiritual, y los enfermos y moribundos fuesen muy particularmente ayudados. Si los Capuchinos fueron, sobre todo en los principios, muy rigu­ rosos en lo de dedicarse a! confesonario, fué siempre una excepción, muy digna de señalarse, la de la asistencia a los enfermos y mucho más a los moribundos. Tanto es así que el Arzobispo de Zaragoza, al informar a Felipe III en 1599 sobre la vida de los Capuchinos, le decía : «Aunque no confiesan, me parecen útiles por ser gente muy mortificada, de mucha oración y provechosos para ayudar a bien morir, que es de los más principales institutos que ellos tienen y de mayor beneficio paia el prójimo» (37). Que así lo seguían haciendo nos lo confirma el P. Vellisca quien, al describirnos el apostolado de (los Ca­ puchinos, añade: «Ayudar a bien morir de día y de noche» (38). Y por 110 dilatarnos en citar muchos casos concretos, diremos solamente el del P. Isidro de Madrid, de quien se escribe que fué «continuo operario evangélico, así en el pùlpito como en el auxilio de lis necesidades del prójimo, particularmente en la muerte, en que asis­ tía a todos a todas horas, con la mejor discreción y espíritu» (39). Y es garantía de la buena fama que tenían el hecho de que la reina María Luisa de Orleáns, mujer de Carlos II, en la noche última de su vida, mandó venir a palacio al P. José de Madrid, y con él y otros se dispuso con grandes actos de dolor y valor (40). Asimismo la reina madre, doña Mariana de Austria, es asistida en su muerte por dicho P. José, quien luego predica sus honras (40a). El propio Carlos II, ya en el lecho de muerte, «llamó para que la ayudasen a bien morir a nuestros RR. PP. Fray José de Madrid y Fr. Bernardino de Madrid, que le asistieron fres o cua­ tro días hasta que expiró, y predicaron sus honras, el primero en el con­ vento Real de la Encarnación y el segundo a la Villa en Santo Domingo el Real» (41). Varias fueron las obras que se imprimieron para facilitar tan deli­ cado como hermoso apostolado de asistir a los enfermos y moribundos. E! P. Diego de Toledo publicó un Opúsculo para ayudar a bien morir, que vió la luz en Valladolid, 1645 (42). También el P. Basilio de Zamora (3 7 ) Carta del Arzobispo de Zaragoza, Alonso G regorio (2 7 de abril de 1599) (.Vrchivo de la Corona de Aragón. — Fondos Monacales.— L eg. 61 , t. 2 .0, f. 6). (38) Carta citada. (39) A . y B a en a , o . c., I I , M adrid, 1790, pp. 42 9 . (4 0 ) D u q u e d e M a u r a , Vida y Reinado de Carlos II, t. I I , M ad rid , 1942, p. 22 0 . (40a) V A , p. 5 1. (41) Ibid., p. 65. Y a hemos puesto arriba el título de los mencionados ser­ mones, p. 268. (4 2 ) A sí lo testifica el P. T o r r e c i l la , Apologema, p. 124. Sin em bargo, M . A lc o c e r y M a r t ín e z , Catálogo razonado de obras impi-esas en Valladolid (1 4 8 1 - 1800), Valladolid, 1926, n o lo m enciona.

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