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344 LA PROVINCIA DE FF. jMM. CAPUCHINOS DE CASTILLA el Duque de Medinaceü llevó por su confesor, al ser nombrado Virrey de Nápoles, donde luego aquél murió (28). 2. Aparte de eso fueron muchas las personas que no sólo se con­ fesaban con ellos sino que los tomaron como maestros y directores de su conciencia. Tanto que nos atrevemos a afirmar que las obras ascético- misticas salidas durante este siglo de la pluma de los Capuchinos cas­ tellanos, fueron fruto precisamente de esa dirección. Así lo confiesa desde luego el P. José de Nájera (29). A impulsos de las necesidades espirituales del prójimo y de «la experiencia cotidiana que en el go­ bierno de las almas tenemos», publicó también sus libros el P. Gaspar de Viana (30). Fruto de la experiencia, «en cuya sagrada cátedra del confesonario está el autor tan versado por dilatados años con útilí­ simos frutos», fué también la Escuela de la Verdad, del P. Fuentela- peña, a quien había tenido por confesor y director uno de los censores de su obra nada menos que durante veintidós años (31); afirmando otro que los hijos espirituales, que «se alimentan de la eficacia amo­ rosa de su doctrina», eran muchos (32). A esos nombres debemos añadir, entre otros, el P. Juan de Santiago, de quien afirma el P. Anguiano «que con su doctrina y ejemplo enca­ minó a muchos a la perfección evangélica» (33); el P. Bernardino de Madrid, del que se dice que por su virtud «era tan venerado, que le buscaban para muchas consultas y dirección de las almas» (34); el P. José de Madrid, consumado y experimentado director de espíritus, como lo proclama muy alto el P. Torrecilla (35). 3. Por otra parte, como dirá más tarde el P. Felipe de Vellisca, Guardián dei convento de S. Antonio del Prado: «Todos los Capuchi­ nos somos operarios para asistir en lo espiritual al público siempre que sea necesario» (36). Y ese hermosísimo principio lo pusieron en práctica muy particularmente cuando se trataba de la asistencia a los enfermos y moribundos. Como habrá observado el lector cuando hemos tratado de las fundaciones de los respectivos conventos y de las condi- (28) C fr. A p o l in a r is a V a l e n t ía , O. F . M . Cap,, Bibliotheca Fr. Min. Cap. Provinciae Napolitanae, Rom ae-Neapoli, 1886, pp. 48-49. (29) J o sé d e N á je r a , Espejo Místico, o. c., prólogo. (30) V ia n a , L uz práctica, M adrid, 1665, Advertencia al lector. (31) F u e n te la p e ñ a , Escuela de la verdad, M adrid, 17 0 1, Aprobación del Pa­ dre Francisco del Rincón, f. n r ., y de D . Sebastián Cavero, f. 6r. (32) F u e n te la p e ñ a , Retrato divino, M adrid, 1688, Censura del P. Sebastián Velarde. (33) A n g u ia n o , M s . citado 18.178, f. n o v . (34) J. A . A. y B a en a , Hijos de Madrid ilustres en santidad, dignidades , or­ inas, ciencias y artes, t. I, M adrid, 1789, pp. 232-3. (35) T o r r e c i l la , Apologenia, o. c., p. 165. (36) Archivo de Simancas.— G racia y Justica.— L eg. 644 (mod. 276). Carta fe­ chada en 1786

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