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OTRAS CLASES DE APOSTOLADO 3 4 3 prácticamente lo hacía el P. Vicario «por comisión del P. Guar­ dián» (19). Los otros podían elegir confesor entre los señalados, «pero no dejarle para tomar otro sin licencia del P. Guardián» (20). Además: cada confesor debía tener hecha la lista de los religiosos que con él se confesaban y presentarla al P. Guardián, quien asimismo debía designar los confesores de sus familias, y darles incluso la jurisdicción, no bas­ tando la licencia y aprobación del P. Provincial (21). Y por lo que se refiere a ser confesores de monjas, ya hemos hecho notar antes el rigor con que se observaba aquella ordenación, dada ya antes de la división de la Provincia en 1625, «de no hablar ni es­ cribir a monjas o mujeres de clausura», ordenación que se repite luego en casi todos los Capítulos Provinciales. Para confesarlas, se necesita­ ba «manifiesta enfermedad y licencia de su Prelado» (22). Ninguno tampoco podía visitarlas «sin enseñar primero al P. Guardián de su convento la licencia que tiene del M. R. P. Provincial» (23). Sin embargo, un Breve de Urbano VIII concedía, entre otras cosas, ai Ordinario de las Capuchinas de Madrid, el poder escoger un Capuchi­ no para confesor extraordinario de las mismas (24), y en 1669 se de­ terminaba «que vaya un religioso cuatro veces a confesar cada año a las monjas Capuchinas de Pinto» (25). Son esas las únicas excepciones 1 que conocemos y que debieron existir en Castilla, al menos durante el' siglo XVII. Ya hemos dicho anteriormente que el P. Diego de Quiroga fué designado, el 15 de agosto de 1628, para confesor de la Infanta Doña María, prometida del Rey de Hungría, Fernando III, y más tarde tam­ bién Emperador de los Romanos. Con ella pasó a Viena en 1630 y le asistió como confesor y como consejero hasta que falleció en 1646. Tantos créditos adquirió, que el-4 de junio de 1648 le nombraba Fe­ lipe IV confesor de su hija María Teresa (26). AI fallecer el 10 de octubre de 1649, era nombrado a su vez por confesor de la misma Infanta, más tarde Reina de Francia, el P. Alejandro de Valencia (27), también de la Provincia de Castilla. No sabemos de ningún otro religioso que haya sido durante este siglo confesor ni de Infantes ni de Reyes; sin embargo, sí lo fueron de gran­ des y de nobles, entre otros, el P. José de Madrid, el P. Juan de San­ tiago, el P. Bernardino de Madrid y el P. Basilio de Zamora, a quien (19) A n g u ia n o , o . c., p. 179. (20) Ibíd., pp 179 -180 . (21) C fi. A n g u ia n o , o.c., p: 17 2 , y E D , o. c., p. 3 1. (22) Ordenaciones del Capítulo Provincial de 1644, en E D , p. 30. (23) Ibíd., p. 71 - (24) C ír. Buüwium, O. F. M . Cap., V , p. 296. (25) V A , f. n r . (26) A rchivo del Palacio N . de M adrid.— Personal.— Cargos. Q -3 y B-47. (27) Ibíd., V -5.

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