BCCCAP00000000000000000000155

C A P I TU LO V i l i O tras clases de apostolado i . Confesonario. —2. Dirección de almas. — 3. Asistencia a enfermos, moribundos y hospitales. —4. Culto en nuestras iglesias .— 5. La Orden Tercera. 1. Para nadie es un secreto que los Capuchinos se mostraron reacios, desde los primeros días de la reforma, a dedicarse al aposto­ lado del confesonario. Prefirieron llevar vida de mayor soledad y apar­ tamiento del mundo y dedicarse más de lleno al apostolado de la pre­ dicación, que era, según ellos, dé más provecho para las almas y de menores inconvenientes para los propios religiosos. Con extraordinario rigor se vino observando esa línea de conducta en el primer siglo de la reforma y aún se seguía cuando los Capuchi­ nos se extendieron a España y en los días en que se echaban los fun­ damentos de la Provincia de Castilla, primer cuarto del siglo XVII. Tanto es así que nos refiere el cronista en la vida del P. Francisco de Sevilla, que, siendo muchas las conversiones debidas a su predicación y no pudiendo atender a los penitentes que a él acudían para hacer confesión general, tenía ya en Madrid señalados confesores de otras Ordenes, a los que les remitía para que con ellos la hiciesen (1). Sin embargo, bien pronto comenzaron las excepciones y las dispen­ sas. Así, no faltaron personas particulares que obtuvieron el poder te­ ner por confesor a un Capuchino de Castilla. La Marquesa del Valle consigue de la Santa Sede en 1617 permiso parís poder confesarse con los Capuchinos de Madrid (2). En 1628 el P. Diego de Quiroga es de­ signado confesor de la Infanta María, hermana de Felipe IV y más tarde Reina de Hungría (3). El P. Francisco de Alarcón, fallecido en (1) J u a n d e M o n z ó n , Erario divino, ms. c., p. 299. (2) Aña’ccta, X I X (1903), p. 280. (3) Archivo dci Palacio N . de M adrid.— Personal.— Cargos.— Q -3 y B-47.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz