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APOSTOLADO DE LA PREDICACIÓN 3 3 7 Verdadero devocionario y libro de ese género es también el men­ cionado arriba del P. Antonio de La Puebla, que lleva por título Pan floreado, muy apropiado para la gente sencilla, y en el que se explica brevemente la doctrina cristiana y luego se enseña el modo de confe­ sar, comulgar, rezar el Rosario, etc. Quizás el P. Alamín haya escrito también con ese mismo objeto su obra Espejo de verdadera y falsa confesión, fruto desude luego de la experiencia adquirida en sus excursiones misioneras por los pueblos de Castilla, y en la que descubre los defectos que en la recepción de es Secramento suelen cometerse, sobre todo por la falsa vergüenza. A los mencionados debiéramos añadir también el librito del Padre José de Nájera, Atajo para ir al cielo, dedicado principalmente a poner al alcance de todos el gran medio de la meditación y oración, y que, aunque breve y sencillo, contendría sin duda cosas prácticas y pro­ vechosas (49). 6. Dejaríamos incompleto este interesante capítulo que hemos de­ dicado al apostolado de la predicación, si no mencionáramos siquiera los predicadores de más renombre y que más se distinguieron por su oratoria. Loe; iremos citando cronológicamente. Aparte de los que se distinguieron en los primeros años, y que van ya consignados, sobresalieron: el P. Sebastián de Santa Fe, tan ilustre por su elocuencia como por la santidad de vida, nombrado también predi­ cador de S. M .; el P. Juan de Ocaña, el mejor orador capuchino de su tiempo, asimismo predicador de S. M .; el P. Alejandro de Va­ lencia, sabio diplomático, y, aunque no tan excelente orador, obtuvo el título de predicador de S. M .; el P. Alejandro de Toledo, modelo de oradores, también predicador de S. M .; P. Leandro de Murcia, tan sabio como buen predicador, siéndolo a su vez de S. M. ; P. Ma­ nuel de Madrid, sabio consejero y gobernante, también predicador de S. M., asi como los PP. Ildefonso de Alcaraz, Pedro de La Moraleja y Miguel de Pinto, y entre todos descuellan de modo particular los Pa­ dres Bernardino de Madrid y Miguel de Lima, ambos predicadores de- Carlos II, y el P. Lima también de S. M. Cesárea, y muy especial­ mente el mejor predicador capuchino, y aun quizás de la Corte, en el último tercio de! siglo XVII, el P. José de Madrid. A esos nombres añadiremos, por no citar sino los principales, los PP. Francisco de Maderuelo, Pedro de Reinosa, orador y poeta, y el P. José de Sevilla, que nos ha dejado nada menos que cinco tomos de sermones, casi todos ellos panegíricos, «que dan y contienen frutos ( 49 ) Vide supra, p. 323 .

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