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334 LA PROVINCIA DE FF. MM . CAPUCHINOS DE CASTILLA de los creyentes y no al aplauso y estimación, que pide su vanidad y amor propio» (31). Y el P. Gaspar de Viana, predicador experimen­ tado, lamenta «ver los libros predicables que andan en nuestro español, tan faltos de doctrina moral, cosa que ha lastimado mucho a los que con celo y espíritu sienten del ministerio del púlpito y de su ñn. Porque, ¿a quién no lastima ver cuánto se ha puesto la proa en amontanar prue­ bas y discursos especulativos, dando una parte muy pequeña a la con­ secuencia moral, que es el fin a que se deben ordenar para su buen logro y provecho?». Por lo cual reprende a los que se detienen mucho en la parte especulativa, y dejan «una muy pequeña para algunas con­ secuencias morales». Por eso sus discursos constan invariablemente de dos partes: una doctrinal y otra práctica (32). Pero además: nuestros predicadores de entonces procedieron en el púlpito con una gran libertad, anunciando a unos y a otros, a pueblo y a gobernantes, sus propios deberes sin miedo y sin reparo. Y por esa libertad en reprender los vicios, algunos de ellos se vieron desterrados luego de la Corte, como el P. Juan de Ocaña en 1637 (33), el P. José de Madrid en 1678 (34) y el P. Pedro de Reinosa en 1701 (35). 4. Añadamos que, entre las devociones propagadas por los predica­ dores y muy particularmente por los misioneros, hay que destacar, sobre todo, las del Viacrucis y del Rosario. El hacer el Viacrucis con solem­ nidad extraordinaria era uno de los actos más emocionantes de la mi­ sión. El P. Angel de Madrid, al dar una de las más célebres en Salamanca el año 1676, «misión muy fervorosa» (36), para renovar la devoción a la Pasión del Señor «puso el Viacrucis que comienza desde la puer­ ta de Zamora y llega hasta el humilladero contiguo a nuestro conven- to>> (37)- Asimismo «instituyó el que se rezase por las tardes en las parroquias el Rosario de nuestra Señora» (38). Y más que todos se dis­ tinguió en propagar esta devoción el P. Antonio Iribarne de Ta- razona, Misionero Apostólico, perteneciente a lo Provincia de Aragón pero agregado luego a la de Castilla, quien publicó al mismo tiempo (31) I s id r o d e L e ó n , O . F . M . C ap ., Místico cielo , t. I I , M a d rid , 1696, p. 309. (32) G a s p a r d e V ia n a , El sol de nuestra España, t. I, prólogo. C fr. M e l c h o r d e P o b la d u r A j L os Frailes Menores Capuchinos en Castilla, o. c., pp. 10 9 -110 . (33) C fr. lo dicho arriba, p. >30. (34) Fu é desterrado a Valladolid «por un sermón que predicó en palacio*. ( 35 ) Fu é también desterrado por el sermón predicado en Toledo en las exe­ quias tíe Carlos II, del que hemos hecho mención. (36) E l ía s R jíy e r o , S. J., Misiones del M. R. P. Tirso González de Santa- lia, S. J., Santiago, 19 13 , p : 518. (37) A n g u ia n o , Segunda parte de la Chrómca de los Menores Capuchinos, etc., M s. c. 18 .17 8 , f. 26^r . ; quizás sea ya de entonces el famoso y popular V iacru­ cis llamado «de los Capuchinos», con versos propios para cantar y que así co­ m ienzan: «.Poderoso Jesú s Nazareno— de cielos y tierra R ey universal», etc (38) Ibíd.

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