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? 3 ° LA PROVINCIA DE FF. M M . CAPUCHINOS DE CASTILLA seriamente que el ejercicio de las misiones se tomaba con abuso en algunas provincias, donde todos o casi todos los predicadores querían ser misioneros, no teniendo las dotes necesarias. Por eso se mandaba que el que quisiese ser misionero, debía ser examinado por la Definición para ver si reunía las condiciones exigidas. También se ordenaba que las misiones las diesen tres o cuatro Padres juntamente, pero debían ser todos ellos misioneros (7). Por lo que atañe a Castilla, todo eso ya se observaba con anterio­ ridad. En efecto: el 17 de abril de 1674 se enviaba obediencia al P. An­ gel de Madrid, del convento de Valladolid, para que con el P. Antonio de Trujilio «saliese a. hacer misión en los lugares que le pareciese de Castilla la Vieja, y que en esto se ocupasen hasta fin de junio de este año y después se volviesen al convento» (8). Allí mismo, en Valladolid, estaban, en mayo de 1677, con el P. Angel de Madrid, el P. Basilio de Salamanca y el P. Manuel de Vitoria «y sus compañeros». Lo cual suponía que había al menos dos tandas de misioneros, compuesta cada una de des o más (9). Poco después debió resfriarse un tanto el deseo de misionar, pues en 16S8 la Definición determina: «A instancias del celo de algunos religiosos se confirió en Definitorio instituir misiones como había sido costumbre laudable, útil y antigua en la Provincia», y con ese fin se designaron los PP. Matías de Zuaza y Juan de Constantín, destinándoles de familia ai convento de Salamanca (10). Y uno de los que debieron influir más en el ánimo de los Superiores para tomar esa determinación, fué sin duda alguna el Secretario Provincial, P. José de Valderas, quien sólo pide, por remate de su oficio, le permitan dedicarse a la predi­ cación de misiones, «fin tan santo—como él mismo escribe— , y un dictamen tan seráfico y según la mente de nuestro amabilísimo Padre (7) Analecta O. F. Min. Cap., V I I (18 9 1), p. 206. (8) V A , f. i4 v. E l P. M a ie o d e A n g u ia n o , trazando la biografía del P. Angel de M adrid, que en 16 77 marchó a la misión de Sierra Leona, dice hacía muchos años que se ejercitaba en la predicación de m isiones, y que con su ejemplo y per­ suasiones habia hecho que otros le imitasen y se dedicasen a «este santo ejercicio, y verdaderamente no se puede dudar ser el más propio de nuestro instituto y el más conforme a Ir- imitación de Cristo Redentor nuestro» ( Segunda parte de la Chronica de los Menores Capuchinos de Nuestro Seráfico Padre San Francisco desta Provincia de la Encamación de las dos Castillas. — B . N .— M s. 18 .17 8 , f. 262V.). ( 9 ) Viridano auténtico, ms. c., f. ióv.— L a s excursiones apostólicas debían du­ rar varios meses, pero las misiones no podían tener lugar durante el Adviento o la Cuaresma. L o s misioneros eran señalados por el D efinitorio; en cambio, en N avarra se designaban en cada Capítulo, y unas veces eran tres (1699), otras seis (1700), otras cinco (1702), otras se dejaban al arbitrio del P. Provincial, «según lo pidiere le necesidad» ( Catálogo de todos los Capítulos custodíales y de lodos los decreto: y rescluciones, etc. M s. c., pp. 136 , 139 , 14 3.— Archivo Prov. de C apu­ chinos de N avarra;. (10) V A , p. 24.

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