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LOS CAPUCHINOS Y SU ESTABLECIMIENTO EN ESPAÑA I I m eses; pero les fu é forzoso dejarla porque el rector de la mencionada iglesia llevaba muy a mal la estancia de los religiosos. Por fin, un rico señor de Barcelona, por nombre Juan T errer, les ofreció en Sarriá una capilla con su casa adjunta, levantadas en el lugar donde, según la tradición, había vivido Santa Eulalia con sus pa­ dres. C on indecible g o zo recibieron los Capuchinos el ofrecim iento y allá se trasladaron. Fué esa morada permanente el primer convento que, com o tal, tuvieron en España los Capuchinos, y allí vivían ya por lo menos el 2 0 de agosto de 1 5 7 8 . A l convento de Santa Eulalia de Sarriá se siguieron pronto otros, tales com o el de M ontecalvario, sito extramuros de la ciudad, pero muy cercano, cuya primera piedra se puso el 14 de diciembre de 1 5 7 8 ; el de Valls, también fundado a fines del citado año o principios del siguiente i el de San Boy, en 1 5 8 0 , y así otros, con una rapidez tan asombrosa, que, al decir del P. Vallaaolid, «en los once primeros años llegaron a 18 conventos» ( 2 8 ). 6 . C on ese paso la Orden Capuchina había logrado establecerse en España y fundar la primera Provincia, llamada de la M adre de D ios de Cataluña. A ésta seguirán otras dos, la de Valencia y A ragón , también con maravillosa rapidez. Pero, si bien es cierto que al m ismo tiempo que en Cataluña, se intentó la entrada en tierras de Castilla, sus puertas por desgracia seguirán cerradas a tales pretensiones. Y lo peor de todo fu é que muy pronto surgieron dificultades y contradicciones que im ­ pidieron primero y aminoraron después el aumento de conventos y de Provincias. «M a s com o el demonio— dice el P. Valladolid— viese por con jetu ­ ras lo que aventuraba a perder con la dilatación de la Provincia [Cata­ luña], tom ó p or m ed io la prudencia humana de algunos religiosos de otra Congregación para impedir la sobredicha dilatación, y por m edio de las personas que convinieron en este pensamiento y de las persua­ siones fraudulentas que forjaron, m ovieron el ánimo del Católico F e­ lipe II a mandar a los Presidentes y Prelados de este Principado de Cataluña que n o consintiesen tomar a nuestros religiosos más de doce conventos en este reino, y con esta Provisión Real y con las sinrazones que añadían, anduvieron m oviendo ios ánimos de la gente principal y ordinaria a persuadirse que nuestro Instituto es inútil y las fundacio­ nes de nuestros conventos perniciosas y supérfiuas, y, en teniendo no­ ticia de alguna fundación que querían hacer los nuestros, presentaban con asistencia de notario su Provisión y procuraban por éste y otros m edios impedirla, y la misma diligencia hicieron para impedir la fun ­ dación de Valencia y Aragón, porque hubieron cartas de la Majestad (28) Jbid., p. 17 2 .—Analecta O. F. Ai. Cap., V II (18 9 1), p. 3 5 1.

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