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320 LA PROVINCIA DE FF. M M . CAPUCHINOS DE CASTILLA mentó hoy, es haber comulgado decentemente ayer, y para llegar ma ñana, el haber comulgado hoy y ayer... Que es mejor el comulgar cada día que no de tarde en tarde» (9). Y por su parte el P. Viana decía también: «Yo no condeno la frecuencia de la Sagrada Comunión; soy de parte de quien la aconseja y persuade; ya es pleito vencido el que conviene frecuentar muy a menudo este divino Sacramento. Así lo siento y así lo aconsejo» (10). Lo mismo aconsejaba a sus dirigidos el P. Fuentelapeña, por no citar más testimonios (11). 3. Manifestación, a su vez, espléndida de esa espiritualidad fué aquel vivir apartados del mundo, ajenos a cuanto pudiera ofender la santa pobreza, edificando a todos con su penitencia, mortificación y modes tia, hasta el punto de que ya en 1630 podía decir el P. Leandro de Murcia: «Es indudable verdad, comprobada por la experiencia común de todos los lugares donde los Padres Capuchinos están y por idonde pasan, que sólo el aspecto austero, penitente y edificativo de su capu cho y barba con las demás circunstancias de su mortificación v mo destia, compunge los corazones de los fieles y los mueve a devoción y reverencia notable» (12"). Y treinta años más tarde, un extraño % la Orden podía repetir: «Sólo el ejemplo de su hábito y desnudez es bastante para componer los ánimos más inquietos, y se han experi mentado en España grandes beneficios en los continuos ejercicios que administran-, pues nunca en ella faltan predicadores grandes a cuva persuasión se han visto conversiones de muchas almas; confiesan asi mismo y administran los Sacramentos donde no hay conventos de otras Religiones o donde éstos no son bastantes; componen discordias en la república, y, mientras en ella se consume el tiempo en fiestas y re gocijos, atienden vivamente a los ejercicios de oración y penitencia, alentando a otros con su ejemplo; asisten a los enfermos y les ayudan en el mayor aprieto y artículo de su muerte. En las pestes e incendios ha sido maravillosa su vigilancia, y, cuando el más cercano y obligado olvida el agradecimiento, ellos, sin reparar en el peligro y contagio, distribuyen el sustento, curan a los enfermos, les administran los Sa cramentos, entierran los difuntos, hasta que en estos ejercicios rinden sus espíritus» (13). (9) J o s é d e N á je r a , O . F . M C a p ., Espejo Místico, M a d r id , 167 2, p p . 6 3 , 67 y 72. (1 0 ) G a s p a r d e V ia n a , O . F . M . C a p ., Luz práctica, M a d r id , 166 5, p . 4 2 . ( 11 ) C fr. A n t o n i o d e F u e n t e la p e ñ a , O. F . M . Cap., Escuela de la verdad, M a drid, 17 0 1, pp. 20-21. (12 ) C fr. M . d e T o r r e c i l l a , O. F . M . C ap., Consultas, alegatos, apologías, etcé tera, t. I , 2.a ed., M adrid, 1702, p. 389, n.° 9, copia al pie de la letra el papel que el P. M urcia escribió y se publicó sin su nombre contra los P P . Observantes y Descalzos con motivo de la fundación de Valladolid. (1 3 ) L ic . N i c o l á s d e M o n t a ñ a , e n su p a p e l im p r e s o : Por los Padres Capu-
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