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3 i ¿ LA PROVINCIA DE F F. MM . CAPUCHINOS DE CASTILLA y hortalizas, sobre todo en el primer tercio de siglo, como dejamos anotado en la primera parte. No se permitía tampoco tomar chocolate sino con permiso del P. Provincial (16); la colación los días de ayuno era libre y no se consideraba como acto de comunidad (17). 3. Sin embargo toda esa pobreza y rigor, como también las peni­ tencias y mortificaciones de que luego hablaremos, encontraron con los enfermo.-, y huéspedes una justificada dispensa y mitigación. Por io que a los enfermos se refiere, debemos decir en primer lugar que en todos los conventos se exigía la existencia de una enfer­ mería, que debía ser la pieza del convento que mejores condiciones reuniese de comodidad, orientación e instalación. Aparte de eso existía también una enfermería general de la Provincia en el convento de San Antonio del Prado, a donde eran llevados los enfermos crónicos y asis­ tidos con gran solicitud por iUn religioso enfermero que generalmente tenía algunos conocimientos médicos (18). A la enfermería era conducido el religioso que no podía seguir la observancia regular ni la vida común, con el fin de recibir en ella los cuidados exquisitos que ¡la Religión le podía proporcionar. Y desde el momento en que quedaba instalado en la enfermería, se veía sometido a un régimen enteramente distinto, lo mismo de comida que de trato; dispensado en un todo de la observancia regular y a las órdenes del enfermero, que lo mismo podía ser Padre, Hermano o Corista. Venía a ser la enfermería como un pequeño convento; tenía su capilla propia y allí vivía el enfermo todo el tiempo que durase su enfermedad y hasta que el enfermero le diese de alta, quien por otra parte tenía que res­ ponder del buen trato que se debía dar a sus subordinados, cuidándo­ los como la más solícita madre. A él, más que a ningún otro, se podría hacer esta recomendación que se hacía al limosnero y que vale por todo un tratado: «Ponga todo el cuidado posible en primer lugar en la asistencia de ios enfermos, de los necesitados y viejos, que son las columnas de la Religión, los cuales la sustentan con sus .oraciones, consejo, doctrina y ejemplo» (19). Si atenciones debían tenerse con los enfermos, casi tantas debían prodigarse a los huéspedes que llegasen a los conventos, bien fuesen religiosos de la Orden o extraños. Causa verdaderamente admiración (16) Verdaderamente ahora nos causa poco menos que hilaridad la seriedad con que el cronista llena páginas enteras para decir, como cosa de gran interés, que el P. Provincial había dado permiso para tomar chocolate a tales religiosos, y por tantas veces a la semana. C fr. Viridario, ff. 5, 6, 7, etc. (17) A n g u ia n o , o. c., p. 149. (18) Fu é, entre otros, muy celebrado F r. G il de Villalón, quien díó a la pu­ blicidad dos abultados tomos de medicina, que merecieron muchas alabanzas de los médicos de palacio; se titulan Tesoro de medicina, M adrid, 1731, 1732. (1 9 ) A n g u ia n o , pp . 2 2 1 -2 2 2 .

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