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2 9 2 LA PROVINCIA DE F F. M M . CAPUCHINOS DE CASTILLA ventos, si bien suele añadirse: «Vicarios nombrados por la Defini­ ción» (23). Por lo demás el cargo de Vicario adquirió luego una importancia grande; tanto que aparece inseparable del cargo de Maestro en las casas de noviciado; es también Maestro de nuevos, es decir, de aquellos que después del noviciado debían completar su formación durante va­ rios años; de ellos es al mismo tiempo profesor de Gramática, y, por fin, a su cuenta corre también la formación de los Hermanos Legos después de su salida del noviciado (24). 7. La familia conventual estaba además integrada por los siguien­ tes elementos: Padres, Coristas, Hermanos Legos y Donados o criados. Los Padres venían a estar divididos prácticamente en tres catego­ rías o clases: simples sacerdotes, Predicadores y Misioneros, como más al pormenor diremos al hablar de la predicación. Sin embargo adelan­ tamos que no solamente se dedicaban a ese apostolado, lo mismo que al confesonario, etc., sino que también consagraron sus esfuerzos y ocios al ejercicio de la pluma, siguiendo aquella exhortación del P. Manuel de Jaén: «No puede un pobre religioso, después de cumplir con las obligaciones de su estado, tener ocupación más noble ni loable que escribir libros para la pública utilidad, especialmente para los seglares metidos en la Babilonia del mundo, si Dios le ha dado algún talento y vocación para ello» (25). Muy iazonable lo veía también el P. Gaspar de Viana al componer uno de sus libros, cuando así se expresaba, alegando las razones para ello: «Lo primero por lograr en vida y en muerte el fruto de mis estudios por mejores y más excelentes instrumentos de la predicación evangélica; que si unos tienen la tarea y ocupación del escribir o apli­ cación a componer los libros, otros la tienen de decir y predicar, con que se logra lo escrito y trabajado» (26). Y aunque es verdad que «la continuación de el coro, la perennidad y peso de los ejercicios espirituales y corporales de la mendicidad, precisa para mantenernos, se llevan tras sí el tiempo y las fuerzas sin dejar otro recurso que el de limitar mucho el sueño» (27); no obstante el mismo P. Anguiano, de quien son esas palabras, reconocía en 1706 que «es no poco ponderable que ha más de sesenta años que de sola (23) I ’oid., pp. 50, 53, etc. (24) C fr. E D , pp . 4 7 , 50, 52, etc. (25) M a n u e l d e Jaén, O . F . M . C ap ., Remedio universal de laperdición del mundo, M ad rid , 1783, f. 2v. (2 6 ) G a s p a r d e V ia n a , O . F . M . C a p ., El Sol de nuestra España y luz grande de la Iglesia, el Abulense, en discursos morales, políticos y espirituales, t. I, M a ­ drid, 1670, prólogo. (27) A n g u ia n o , Vida y virtudes del Capuchino español, o . c., M a d rid , 1704, introducción.

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