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M ORADA D E L O S R E L IG IO S O S 2 8 3 mo que en las paredes, arcos, ventanales, etc., lo fueron, quizás con algún excesivo recargo, en cuanto a los cuadros quepor los entre­ paños se veían colgados, como el mismo Ponz hacía notar describiendo las iglesias de El Pardo, de Toledo, de S. Antonio del Prado, de La Paciencia, por no mencionar otras (6). En eso sí: no escatimaron ni dinero ni artistas, por cuanto fué verdaderamente extraordinario el número de cuadros existentes lo mismo en iglesias que en conven­ tos. Baste citar como muestra, según ya dijimos, que solamente del convento de S. Antonio del Prado fueron destinados aformar el mu­ seo de pinturas proyectado por José Bonaparte en 1810, 121 cua­ dros (7), y que al venir la exclaustración en 1835 existían en el con­ vento de El Pardo cerca de 500 (8), muchos de ellos regalos de reyes, principalmente de Felipe III. Por lo demás podemos asegurar, como ya lo hemos hecho consignar anteriormente en la primera parte, que esos cuadros fueron en su ma­ yoría de mérito, y aunque no puede decirse de las primeras firmas en la pintura, sí podemos citar los nombres de Alonso Cano, Tristán, Juan de Toledo, Carducho, Jordán, Francisco Camilo, Francisco Ricci, Alonso del Arco, Antonio de Pereda, Claudio Coello, Francisco Solís, Juan Carreño, etc. Sin embargo, en imaginería no fueron tan acertados, lo cual no tiene nada de extraño cuando, como ya advertimos, en aquel siglo XVII se daba preferencia en los altares a las pinturas, y las imágenes ocupa­ ban lugar secundario, aunque también se multiplicaron con exagerada profusión. 3. Réstanos hablar ahora de algo que en toda fundación nues­ tros antepasados consideraron como complementario, mejor aún, indis­ pensable, de absoluta necesidad, máxime en aquellos tiempos, es decir, la huerta. Por eso, al hacer las escrituras de cualquier fundación nueva, siempre se pone como condición y requisito el disponer de terreno suficiente para una huerta capaz de proveer de hortalizas a los religio­ sos durante todo el año. Y tanto era más necesaria cuanto que entonces, cuando los ayunos se llevaban con mayor rigor, ios Capuchinos hacían sus comidas a base de hortalizas, y precisamente su necesidad se dejaba sentir dia­ riamente; por otra parte podían ellos cultivarlas sin necesidad de pedirlas de limosna. Esa era también una de las razones, un poco ma­ té) Id., o . c ., 2.a ed., t. V I, Madrid, 1782, pp. 160-161, t. V, p. 282, 3.a ed., t. I, Madrid, 1787, pp. 189-191. (7) P. M adrazo, Catalogue des tableaux du Musée du Prado, Prem. éd. franc., Madrid, 1913, pp. X I-X II. . (8) Inventario del convento de E! Pardo hecho al tener lugar la exclaustración de 1835 (APC, 27/00076).

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