BCCCAP00000000000000000000155

2-32 LA PR O V IN C IA D E F F . M M . C A P U C H IN O S D E C A STILLA -riablemente el mismo estilo renacimiento sencillísimo, algo barroco en algunos casos, con frontón en su fachada y en ella una ventana circu­ lar, una cruz por remate y, cuando más, una torre de espadaña para la campana. Sus dimensiones eran bien reducidas. No hay duda alguna que en ellas se siguió también al pie de la letra la prescripción de las Consti­ tuciones: «Nuestras iglesias sean pequeñas, pobres, pero devotas, ho­ nestas y limpísimas, y no las quieran tener grandes para predicar en ellas» (3). Esas dimensiones solían ser de 20 metros de largo, 10 de ancho en el crucero y 15 de alto. Claro está que hubo sus excepciones, como fueron la de S. Antonio del Prado, la de La Paciencia y, sobre todo, la de Tarancón, que llega a tener nada menos que 38 metros de larga por 24 de ancha en el crucero, aventajando a todas la de Esquivias, que tenía 44 metros de larga. Ninguna de ellas, que sepamos, constaba sino de una sola nave, si bien llevaban luego capillas laterales, algunas bastante espaciosas, que tenían comunicación entre si o con la nave de la iglesia. No queremos tampoco pasar en silencio otro pormenor interesante, y es que fué costumbre el que el retablo de los altares, en general, y particularmente el del mayor, fuese una gran pintura al óleo, con su marco de madera, que llenase todo el testero del altar; cuadro que debía representar el titular de la iglesia respectiva (4). Así se hizo efectivamente, por ejemplo, en El. Pardo, cuyo titular, Nuestra Señora de los Angeles, está representada en el hermoso cuadro de Francisco Ricci; así en el primitivo convento del Angel de la Guarda, en Tole­ do, con otro cuadro, también de buenas proporciones y excelente colo­ rido, de Carducho; así también luego con el de Sta. Leocadia, en el mismo Toledo, con otro cuadro de Francisco Ricci; con el de Sta. Ma­ ría Egipcíaca, la mejor obra de Francisco Camilo, en el de Alcalá. Y lo mismo podríamos ir diciendo de las otras iglesias. Pero si, a decir verdad, en ellas resplandecían de modo admirable la pobreza y sencillez, muy hermanadas con la limpieza, por desgracia 110 fueron, ni mucho menos, modelo de arquitectura, ni en su parte externa ni tampoco en la interna. De ello se quejaba ya Antonio Ponz hablando de las de Salamanca y Valladolid, y lo mismo hubiera po­ dido decir del resto (5). A cambio de esa poca profusión de adornos en los altares lo mis- (3) Constituciones, o. c., p. 30. (4) Asi lo hace constar el P. Agustín de Zamora al tratar de ajustar en 1668 las condiciones para el patronato del convento de Laguardia a favor de la villa (APC, 25/00079). (5) Ponz, Viaje por España, 2.a ed., t. X II, Madrid, 1788, p. 263, y t. X I, Madrid, 1787, p. 102.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz