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6 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA proh ibición del Papa, trataron de establecerse los Capuchinos en la misma capital en 1 5 7 2 -1 5 7 3 ( 14 ). Por eso precisamente, porque la realidad se imponía y porque eran muchas ¡as instancias y solicitudes que se hicieron, así al Capítulo General com o al Papa, para que los Capuchinos se estableciesen en Irlanda, España y Francia, G regorio X I I I se vió en cierto m od o en la precisión de derogar formalmente el Breve de Paulo III, y , con el que expidió el 6 de mayo de 1 5 74 , E x nosíri pastoreáis ojficii , perm i­ tía a los Capuchinos «pasar libremente a cualquier parte del mundo y fundar allí casas y provincias» (dom os, loca, Custodias et Provin­ cias) ( 15 ). T a i decisión tuvo y ha tenido en la Orden, com o fácilmente puede conjeturarse, una importancia capital y decisiva en su expansión y en su desarrollo e incremento. A partir de esa fecha y en el corto espacio de m edio siglo lograrán los Capuchinos establecerse en gran parte del mundo civilizado y asimismo irán a otras tierras inexploradas e ign o­ tas para llevar a sus habitantes las luces de la fe y de la civilización. La primera en recibirlos y proporcionarles conventos fu é F rancia; a ella siguió con no menos entusiasmo y calor España, com o vamos a ver. 4 . R especto de los intentos de fundación de los Capuchinos en nuestra patria tenemos un testimonio excelente y fidedigno de fines de 1576 o com ienzos del 77 en el P. V icario General de la O rden, Jerónimo de M ontefiore, quien así contestaba por segunda vez a los Concelleres de Barcelona que instaban por que viniesen a fundar en la capital de Cataluña, diciéndoles entre otras cosas que «sabía que la voluntad de ios Padres de la Religión había sido la de pasar muchos años hacía a España, pero qu e por las muchas contradicciones que habían tenido por parte de algunos émulos, no habían logrado obtener íal favor» ( 16 ). N o fueron, pues, solamente los reyes los que impidieron entonces la entrada de los Capuchinos en nuestra patria. A pesar de tod o sabe­ mos que ya en 1575 vinieron a ella y asimismo llegaron a pisar tierras castellanas, traídos por el primer Marqués de Santa Cruz. D on A lvaro de Bazán estaba emparentado con la familia de los Alarcón. En la batalla de Lepanto, donde aquél tanto se distinguió, mandando las naves de la retaguardia, pudo com prob r por sí m ismo el ce lo de los Capuchinos, designados oficialmente por P ío V capella- (14) O jT H B E R T , O. C., pp. 2 2 1-2 2 . — POBLADURA, O. C., p. 85. (15) Bullarium, I, pp. 22 y 34, y V , pp. 1-2 . — C fr. asimismo Analcota, V (18S9), pp. 81-82, donde se exponen las causas de esta concesión. (16) R u fin o da S ien a, O . F . M . Cap. I FF. Minori Ccppuccini nel primo sé­ calo del!’origine, M s. ed. por el P. Sixto de Pisa, O. F . M . Cap., en L'Italia Fran- ciscma, V I (19 3 1), citado por el P. R u b í, art. c., p. 376.

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